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miércoles, 25 de noviembre de 2009

Marioneta. Parte 10. Trágame...



(Me disculpo con mis lectores por ocho meses de espera. Y les agradezco sobremanera por seguir leyéndome a pesar de mi inconstancia y mis faltas)

Harley corrió por los pasillos, perdida, absorta en si misma.

Sus pasos retumbaban en su consciencia, acentuando los hechos de la noche que nunca supo si fue de noche porque no sabía hora ni día.

La imagen del ascensor se le coló por la esquina del ojo, y corrió como si un monstruo la siguera. Como Stephen King decía, Los monstruos si existen... solo que viven en nuestro interior; y a veces ganan.

Y tras ella venía uno, una arlequina corría tras ella ondeando un mazo de madera, besos y charada. Una afilada sonrisa de gato Cheshire que le pisaba los talones con la suavidad del amor que desea huir para abandonar al amor insuficiente.

La puerta del ascensor se abrió, y ella saltó adentro sin percatarse de la falta de un piso de fondo.

"PLAS" Era lo que habría deseado oír al cerrar los ojos, pero los abrió sintiéndose Alicia, sintiendo que caía por una madriguera de conejos en la que burbujeaban los pasitos de mil insectos con cara de políticos y justicieros. Donde puertas, relojes, llaves, copas y libros estaban toscamente clavados a las paredes como cuadros; con olor a galletas recien horneadas y leche agria.


El aire jugueteaba con su falda en la más lasciva actitud, y entre las sombras pequeños martillos torturaban yunques piropeándola sin compasión.
Sentía como perdía la inocencia y la culpa, la lógica y la desesperación.

Se sentía como una melodía espiralada en un Hurdy Gurdy, una corriente de aire danzando dentro y fuera de la caña de una flauta, como el temblor de la sordina de una trompeta que canturreaba obcenidades. Saltando entre teclas de piano que la lanzaban como en una mantada y la recibían entre las ligaduras de acordes cada vez más disvariantes.

Deseaba cerrar los ojos, o tal vez ya los tenía cerrados, porque ni cubiéndose su carita con el delantal lograba detener la caida.

Vió al fondo una piscina de animales de felpa, vestidos y panquecitos dulces. Todos mirándola con hambre, de ser usados, de ser mimados, devorados, de ser su mundo, su sueño y su realidad... y...

¡PLAS!

Como habría ocurrido el primer día en su nuevo puesto, se golpeó de lleno contra la puerta de su oficina y tropezó hacia atrás.

Pero no había nadie alrededor. Apenas la luz de la noche que se colaba por los ventanales iluminaba los pasillos del hospital, fría, silenciosa, parca. Resaltándole por la piel la certeza de que había sido solamente la peor alucinación de su vida.


Abrió la puerta de su oficina con el corazón bombeando iracundo, gritándole desde su casita de costillas y carne dulce, y casi desplomándose alcanzó a desplomarse apropiadamente en su sillón de corazón.

Y así de la nada, de entre las sombras y las risas, una sombra y una risa cruzaron el umbral de la puerta.

El páliducho payaso se acercó al mueble, mirándola sin pausa, atándola, hipnotizándola con sus ojos dispares, con sus labios amplaimente cicatrizados, con es murmullo que escuchaba cuando contemplaba su rostro, que no venía de ninguna parte... que no venía si no de la cómplice vocesita interna que se retorcía incitándola a que lo abofeteara y le mordiera el cuello hasta que la mañana los mandara a callar.

Él la acunó en el sofá con todo cariño, cubriéndola con una bata que encontró en el cuarto inutil.
Le preparó un baño caliente con burbujas y archivos triturados, y una fogata en su escritorio.

Hecho esto. Sa despidió con un beso, con su rostro recién pintado con maquillaje prestado, y se largó por la puerta de enfrente.


Y mientras el bufón saludaba a la multitud que le dió la bienvenida al sótano de su vida, a las sombras que en la noche se le hacían tan amigables e inxistentes como esa vez; pasó por la reja con las llaves y caminó por la campiña para perderse en el bosque.

-- No por estar encadenado pierdo mi condición de lobo... ¡Y se los dije, peleles!


* * *

Harley se levantó como cuerda por su casa, se hundió en la tina caliente en la mayor relajación, perdida en la aromaterapia de miel, roble y canela, y se hundió completamente, sintiendo las caricias del agua y el papel hasta que la temperatura menguó la satisfacción.

Entre llamas se vistió, en calma, sin prisa y sin miedos. Solo sonreía recordando a su esposo, quien había salido a trabajar esta mañana y regresaría tarde en la noche.

Todo esto fue hermoso hasta que su mano tocó el picaporte de la puerta principal y el metal le devolvió de mala gana una fuerte quemadura.

Harley contempló, aterrada, su oficina envuelta en llamas... pero sin ella atada y sin el payaso saltando... mucho más trágico de lo que imaginó.

Y en el vidrio de la puerta, un beso rojo plantado como evidencia.

-- Trágame... Tierra

Fué lo único que atinó a decir antes de caer desmallada por el humo.

sábado, 11 de abril de 2009

Marioneta. Parte 9. Locuras

(Lo siento, subir imágenes me está dando problemas últimamente, las adjuntaré a la historia luego. Buen provecho)

Sus ojos me amarraron más fuerte de lo que sus brazos pudieron hundirme en el suave piso, como cayendo a traves de una nuve de algodón dulce.

Esos ojos... Si... esos ojos verde y chocolate respectivamente. Me sentía estúpida y maravillada ahora que sabía que tenía dicromía ocular.

-- ¿Por que tan seria, cariño?

Y las risas se derramaron de mi lengua a su cuello, abrazando su pecho, asiéndome a él en l caida libre, soñando despierta con chistes malos, tragaespadas, contorsionistas y exhibiciones cirsenses.

Mis tentaculares dedos extendidos sin fuerza pero con prisa, con risa y pasión, arañando su pecho, cavando, escudriñando por su corazón tras la armadura de huesos (Que poco sabía que esa iba a ser una búsqueda eterna en mi vida. Su corazón).

Sus ansias desbordantes se abrieron paso entre mis argumentos, en una afiebrada discusión donde, aunque los dos usábamos el mismo argumento y deseábamos la misma tesis, discutíamos a manotazos, agarrones y caricias. Y con su lengua articulándose sin piedad contra mis defensas se deshilachaba mi cordura en la tierna imagen de la niña que guardé siempre vendada dentro de mi pecho.

Era aquella persona que disfrutaba sin represión de los colores del atardecer con una taza de café imaginaria sentada en el marco de la ventana, la que salía a caminar por las calles de la ciudad escuchando palabra por palabra las voces que se iban y venían en la multitud, armando diálogos, monoloquios incoherente, subyacentes bajo el asfalto y por encima del resonante cableado.
La niñita, científica loca de teorías sin soporte, tan hermosas y tan inocentes. La que nunca temió lanzarse encima de un chico que le gustaba, o destrozar a la desgraciada que insultara a la luna al decile a modo de burla que vivía en ella.
Descalza, caminando siempre, llevada por nadie, libre en su cabeza, y por ende, en la de todos.

Libre en su cuerpo, y con sus razones, liberando al resto.

Libre de ataduras lógicas, de cordura, de ética, de voces mayores que la cohibieran.

Como Lilith, la primera bruja, la loca para quien el paraiso era poca cosa, ¿Que miedo tendría a un fantasma que ordenaba pero nada hacía? Poca cosa era aquel para ella. Poca cosa la autoridad en las manos de un lunático viajero del color chillón, la parafernalia, el circo y la sangre.

Sus locuras se entrelazaron sin pausas, sin dudas, sin miedos y sin respuestas... Hasta la noche de sus sueños. Cuando Harleen despertó antes, asustada, y con el cuidado posible salió de la celda y corrió a su oficina.

viernes, 3 de abril de 2009

Marioneta. Parte 8. Dosis

Ya ni recordaba como llegó al hospital... sentía que llevaba desde que despertó ahí, en su escritorio, dándole vueltas a la carpeta sin entender una palabra. La verdad es que no decía nada... cifras de muertos, de daños en millones, de dígitos ajenos a él.

Recogiéndose el pelo en una cola, entretuvo sus dientes en una frenética sesión de mordidas a la desdichada goma del lapiz... Un tic nervioso que nunca pudo superar.

¿Que sabía de él? Nada en realidad... no sabía nada... A duras penas sabía que sus ojos eran profundos, y que no pudo catalogar su color. Era algo que tendría que averiguar hoy.

El brutalmente destajado y ruñido borrador sufría aún las consecuencias de sus ansias, deseos que se apoderaban de su imaginación. Harleen recibió de nuevo esos corrientazos que le pasaban por la espina justo antes de comenzar a perderse...

“No puedo, simplemente no puedo recaer” Se repetía a forma de “Mantra”, dándole vueltas a la habitación, buscando entre tanta bruma el faro de su cordura.

Sin darse cuenta terminó parada frente al espejo, mirando a esa tontuela de bata de laboratorio y pelo recogido del otro lado... Hablándose a ella mientras deseaba preguntarle a él.


-- Hombre loco, ¿Que enfermedad tiene..? o mas bien ¿Que no tiene...?

Estirándose la boca a ambos lados, haciendo muecas y entornando los ojos, pintándose con labial líneas en las mejillasy abriendo su colonia para perderse en el olor, trataba de imitar la cicatrizada sonrisa del payaso que tanto atraía sus ojos. Paseando la lengua tan lejos como podía aventurarse hacia afuera, resoplando y mordiéndose los labios, besando apasionadamente al vidrio para luego gruñirle y mirarlo de reojo... ¿Todo eso para que?

Para que el reflejo, sin aviso, le guiñe el ojo de vuelta.

--¡AAAAAAAAAAAAAGGGGGGGGGGH!-- Le gritó en respuesta

-- ¡Eso no se hace! *Escueta señalando al reflejo, que con sonrisa de niñita que se acaba de salir con la suya juega con sus manos.

“Definitivamente esto cada vez funciona menos” murmuró para si, pensando en sus pastillas, en su cordura, en la negación de esa condición que en definitiva no deseaba enfrenta más.

*Toc Toc Toc”

Retumbó la puerta en tres golpes secos, pero al salir nadie la esperaba... todo volaba frente a sus ojos como si alguien hubiera subido a drede la velocidad del filme.

-Señorita Quinzel, Necesita algo?- -Eehh. ¿Tengo citas hoy?- La respuesta es si. Y las cicatrices no dejan de inquietarla. / Se sienta en su silla y da vueltas hasta que endémicamente en definitiva su mente mentolada deja de-tra-ba-jar debidaMente. Anhelando no negarse que ahora se niega poder pensar que ese loco podría estar sonriéndole con esas marcas en sus mejillas, saltando por la habitación y revolcándo su cabello, revolcandose, revolcándola, revolcando en plural gutural la toda oficina, la vida suya, la noche en vela negra con aroma a canela y vodka.

NO PODIA DARLE MAS ESPACIO A NADA...

Y levantándose como resorte tomó su identificación y unos chocolates que metió en su bolsillo aparatosamente, regándolos en el camino a su puerta. Pasó de largo por la secretaria que buscaba su atención para darle los mensajes de su jefe, los horarios de sus citas y el reporte del clima en el sótano. Tomó el camino más corto sin saberlo, franqueando pasillos, puertas y escalones que no recordaba, pero algo le decía hacia donde caminar hasta llegar a esa puerta que tanto le negaba.

Números en su lugar, huella en el vidrio, y la puerta se abrió, el Guasón la miró como si no la esperara, inhalando fuerte para verificar su identidad.

--¿Y sus amigas? --Susurró burlón

-- Mandan a decirte que tomar el te con hombres es aburrido

-- Ay, ¡Pero que pena! -- murmura cínicamente, tomando con el pie un barquito de papel hecho con la envoltura del caramelo, Harleen lo recibe atónita.

-- C... ¿Como te sientes en estos momentos?

-- ¿Yo? De nada... pero cuando llueva necesito que me lo devuelva para escapar en él – Tras una pausa respondió-- Para vivir en una habitación de almohadas. ¡Incómodo como un mono sentado en un cubo de hielo!

-- Pues si quieres te traigo una pareja de cada especie animal – Argumentó con una risita prepotente -- ...No querras embarcarte solo.

-- ¿Animales? No, Gracias, tengo suficiente con esos dos simios de ayer. ¿Usted viviría aquí?

-- ... -- Lo pensó por un momento, imaginándose con marcadores escribiendo el los colchones mientras rebotaba de pared en pared – Hmmm, pues si me permitieran pintarlo como quisiera, es muy probable que si.

(...)

Las paredes se vinieron abajo... en la mente de Harleen. Aquel hombre era ciertamente un catalizador del caos y la locura. Solo diez minutos entre aquellos colchones fue suficiente para que yaciera sobre un de ellos, mientras él le hacía cosquillas con sus dientes.

¿Lujuria? ¿Como hablarle a dos niños pequeños de conceptos tan elaborados cuando solo responden a la ancestral necesidad que guardan en sus pechos?

La locura es ciertamente inocente de puertas para adentro, metida bien profundo entre sus carnes y sus pensamientos, fluyendo por las venas que desean salirse de bombear tan fuerte. Es inocente, sin importar la forma en la que el enfermo actúe.

El payaso dibujaba un aro de fuego, y la psiquiatra saltaba a traves de él.

El hombre extendía sus labios, y ella los llenaba con los suyos

El niño lloriqueaba por un dulce, y ella lo atragantaba con los chocolates que había llevado solo para él.

Y sin cesar, contemplaba sus cicatrices, maravillada. ¿Como podían sentarle tan bien dos líneas tan dolorosas y aberrantemente atrapantes?

-- ¿Estás mirando mi sonrisa? -- Preguntó amenazantemente el Guasón, con el mismo tono que habían escuchado por última vez muchos. Pero ella no captó la intención.

-- ¿Y como no mirarla? Es encantadora... -- Respondió con algo de envidia, y sin darse cuenta de que era la primera que no moría tras esa pregunta.

Las femeninas manos se fueron de inmediato a las correas, desabrochándole cada seguro sin importar lo peligroso que se suponía que era. Él era su paciente, y no la dañaría.

Al instante que el último broche cedió, las manos habilmente se liberaron de la prenda y fueron a dar a ella, arrojándola contra el piso con violencia en medio de jadeos frenéticos, cual perro recien liberado de su correa... y la miraba con primitiva hambre...

Y al fondo de sus ojos, el payaso vió su reflejo devolviéndole la mirada, vigilando sus movimientos, guiñándole el ojo aprobatoriamente.



“Prosigue, mi amigo”.

sábado, 21 de marzo de 2009

Marioneta. Parte 7. "Sweet 'n Sticky"

"Y pasando la puerta había una dulcería vacía, llenita de frasquitos de gomitas, de chicles, de caramelos y chocolates, masmelos y chupetas. Todos ausentes.

Entré y recordé que no era tan alta cuando era niña... que no alcanzaba siempre los aparadores ni los frascos llenos de manjares... y no me gustó.

Deseaba ser Alicia para hacerme grande o pequeña como mejor fuera para la historia... y siempre he tenido de alicia, porque crecí un poco... hasta mis 16.

Nunca he matado esa afición... dulces de colores estrafalarios, de sabores artificiales como los fuegos... artificiales como las pastillas... artificiales muñequitos... UN DESFILE! UN DESFILE CIRCENSE! Al frente, con batuta en ¿Mano? un chocolate suizo, de esos de conservatorio chocolatiense... y detras una banda de golosinas picantes que tocaban ritmos latinos empalagosos... Bailarinas de gomita, flexibles y deliciosas... masmelos payasos con humor abollonadito y dulces duros vestidos con empaques de mil colores... QUE MALA SOY! YO QUE ME COMÍ TODO EL DESFILE... no dejé ni la batuta rellena de menta.

Ay... pero cuando me tragué todo ese azucar sentí un malestar... un malestar colegial.

Abrí los ojos despues de tragarme tanto orgasmo y paraíso para encontrarme en el jardin frontal de la Academia Winston-Hill... de esa fachada de castillo de pesadillas, de Prefectos y maestros exigentes... de... ¿Guasones en el jardín?

Ahi estaba... ¿Estaba? Un joven sentado bajo la sombra de un arbol, jugando con una navaja que parecía de juguete... ¿Vaya peligro el que son los juguetes? Las cajas iban en serio cuando decían que podías morir con ellos. ¿Y es que como no morir por esa sonrisa desfigurada en cicatrices de un pasado tortuoso y cínico?
A su lado.. ¿A su lado?... Si. A su lado... Muy a zu lado como el cielo.

Sus ojos estaban perdidos entre el infinito. Que creaba mi cabeza al mirar en los suyos. Magníficos movimientos sinuososy roces de cadera... manos desesperadas, chapotenates, torpes... piernas trenzadas... labios gastados... pechos abiertos y respiración honda mente ahogada... ... ... SONRISAS AMPLIAS Y OJOS PERDIDOS DE LOCURA.

Me levanto de golpe... empapada en sudor... ¿si?... ¿en sudor?... Me levanto asustada pero queriendo dormirme de nuevo para sonreirle a ese maniaco entre gemidos...

¿Que es lo que realmente quiero?


Creo que tendré que preguntarle.

sábado, 14 de marzo de 2009

Marioneta. Parte 6. Monólogo.


No por estar encadenado pierdo mi condición de lobo.

Mis ojos no necesitan ver para saber que estoy en el blanco infierno...

De noche... de noche escucho gritos lejanos, subterráneos, y si no estuviera tan en mis cabales, creería que no son otros pacientes, si no demonios.

Perdido en este "Virtual Environment", este hueco olvidado por la humanidad... ¡Desearía que se rasgaran los acolchados muros y se distorsioanara el aire en gases de risa y dolor! Circos graves y macabros ¡Divertidos hasta los huesos! Muertos vivientes bailando al Swing de Diablo Swing Orchestra, apuntalándose para conseguir un poco de esta carne, haciendo fila para que los destroce con mis dientes.... MIS DIENTES SON LAS UNICAS CUCHILLAS QUE ME QUEDAN...

¿Que me queda? Me queda todo, pero guardado bajo esta blanca camisa.... Desearía tener mi verde y púrpura para ser yo y no él.. no este... no otro.

"It's Evolution, Baby!"

Soy una pieza, soy el hombre, Soy la maldita estadística que quiere romperse en mi pedazos, en esquirlas para desfigurarle la cara al mundo, a todo el maldito mundo... Y rellenar ese pavo de acción de gracias con cuchillas oxidadas, agujas de heroinómanos y moñítos de seda.

Soy el ladrón de la cordura, Espera.... No. No lo soy.

Ella es la ladrona. Entrando tan campante.

"¡Hola señor payaso! Soy una maniática (por el orden) que no sabe como dejar de tomar pastillitas color pastel y quiere saltar en techso.... ¿Está usted loco? Lástima que no sea como yo... ¡LASTIMADA!
Lástima que no ntenga orden en su vida... porque mi cabeza no lo tiene.

¡MIRA GUASON.... SIN CORDURA!"

Me grita la tonta esa, una lunática disfrazada de ejecutiva, de sanadora, de amiga... ¿Y yo para que diantes necesito una amiga? Si termino canibalizando la relación, desatando ese Diógenes, ese destripador, esa gula primitiva de animalismo.

Pero no puedo hacerlo con ella, porque uno no puede hacer lo que ya está hecho.

Esa niñita tiene algo en ella... en su cabeza... en esa piel que me recuerda estas suaves y restrictivas paredes.

¿Autoridad? ¿Que puede venir a decirme esa tonta de comportamientos correctos? A kilómetros se puede oler lo sucia que es en el fondo, lo manchada que está por su pasado... errores, hombres, sangre y barro. Tantas despedidas y tan pocos encuentros consigo misma. Tanta negación, tan poca aceptación.

¿COMO CARAJOS ME PUEDE LLAMAR LOCO?

Pero.... ¡SILENCIO! Me grita su olor... Ahi viene de nuevo, con un perfume recien abierto, no se maquilló hace más de 10 minutos.

¿Y esa falta de olor a testosterona pasada? ¿Donde están los esteroides?

SHHHHHHHH.... No la asustes... tal vez hasta te suelte... Tal vez hoy puedas saciar tu hambre.... nuestra hambre.

¿Hambre de que?

De lo que sea, ¿No tienes hambre?

De carne y cariño, tinta roja y destrucción... De poner a fumar a ese patético vigilante hasta que se ahogue... Hambre es lo que te sobra, J.

Shhhhhh.... Ya viene... Tal vez hasta puedas escuchar la clave de tu celda en esa retorcida cabecita.

Shhhhh...

-Solo los latidos del corazón-



Se un buen anfitrión, ¿Si?.








viernes, 6 de marzo de 2009

Marioneta. Parte 5. Encantada por conocerte.

(Con esta entrega, algo más larga de lo normal, ofrezco disculpas a usted, señor lector, por las faltas cometidas por este escritor. Que tengan todos una buena noche, Y muchas gracias por la atención prestada).



Esa mañana se levantó algo confusa, con un nudo en la garganta y la ansiedad a flor de piel. Le costó poner un pie en la tierra para encontrar la razón de su malestar. No podía contener las ganas de ver como había quedado su oficina con los muebles que había escojido, si la pintura estaría fresca o si habrían roto un adorno los torpes de la mudanza... Pero en especial estaba nerviosa por conocer a su nuevo paciente. No lo recordaba bien, pero estaba casi segura de que había soñado con él... Malditas drogas antidepresivas, le negaban la claridad onírica que de niña tenía.

Comenzando los ejercicios matutinos que hacía desde pequeña, se abrió paso en el día hacia la cocina de su pequeño apartamento.

Un simple plato de cereal, “Lucky Charms”. Fruta y un poco de pan con jamón. Siempre había sido algo psicosomática, por lo que no le convenía un desayuno pesado cuando su cabeza no se encontraba bien fija a su cuello.

Una hora después se dió un corto paso por la ducha, para luego peinarse y vestirse para la ocasión.Un ligero vestido de trabajo rojo de corte frances, con un suave escote, bajando en pico desde un muslo a la rodilla opuesta. Y tacones.. siempre había amado los tacones.

Dándole protagonismo a sus labios, pero con tonos suaves y naturales, se pasó luego el maquillaje; y por último completó con una media cola, ondulando sus puntas.

Desafiante frente al espejo se puso sus amadas gafas, siempre le había fascinado "ver" como cambiaba el enfoque del mundo a traves de dos cristales... -Bibliotecaria seductora- fue lo primero que se le vino a la cabeza.

La llegada a la clínica fue triunfal, tirando la buufanda que se puso en el último momento hacia atrás con un altivo ademán desató la ola de murmullos. Empleadas que con sus ojos le destrozaban el vestido de envidia, subordinados que inconcientes miraban hacia arriba para observarla, empleados que le desgarraban el vestido con los ojos... de lascivia. Le fue imposible no rememorar aquellos experimentos, llegar a un colegio nuevo con un disfraz. Recordaba esa mañana. Mayas en brazos y piernas, una corta falda negra, correa de placas, blusa tapizada con una exagerada calavera en llamas... ¿Que podía decir? había estado leyendo mucho a Poe y a S.King por esos días.

Su ensoñación diurna la llevó inconciente hasta la entrada de su oficina, milagrosamente despertando antes de golpearse contra la puerta.

Detrás de ella sintió una puerta que aparatosamente se abría, volteando justo a tiempo para ver como el jefe de personal la observaba atontado. Su cara no tenía precio. Dando media vuelta se dirigió hacia su oficina, divertida mientras contemplaba como el agarraba del cuello su compostura y la enderezaba.

-- B-Buenos días

Ella respondió de la misma forma... sin gaguear.

-- Llega temprano, señorita Quinzel

-- Si – Sonrió – Quería asegurarme de que no necesitaba encargarme de nada más antes de comenzar.

Rompiendo el silencio, reparando en lo discreto que era para mirar su escote o medir sus piernas, decidió jugarle un poco.

-- Si no le molesta, pensaba que podría pasarse más tarde por mi oficina para celebrar mi ascenso, compré una botella de champaña para la ocasión. -- Con inconsciencia le guiñó un ojo, viendo en los suyos una tenue respuesta.

Otra vez media vuelta, dejándolo con su idiótico rictus, y se dirigió a su oficina.

Quedó maravillada. Todos los muebles eran nuevos, tan llenos de estilo. Y en sus inusuales formas lograban alguna armonía, inclusive con las cortinas.

Todo susurraba sobriedad, un computador negro, de suaves curvas, uno de los últimos procesadores que habia en el mercado.

El escritorio parecia de un roble, con vetas resaltadas en tinta color miel. La estructura era levemente curva, poco convencional, moderna pero guardando ese espíritu de antigüedad que daba la madera. Todo el conjunto parecia diseñado a base de circulos; En especial su silla. Le recordaba esas viejas películas futuristas, con cojinería de brillante cuero negro. Contrastaba con el resto de muebles, pero intencionalmente los opacaba, dándole estatus y control sobre su ambiente.

Las paredes, blancas, trazadas sin rumbo por delgadas líneas negras, decoradas con reproducciones de famosas pinturas, con marcos simples, oscuros, que las resaltaban de entre los muros, y una imponente pantalla de 40 pulgadas de porte “Retro”, alineado con un sofá de cuero negro y de espaldar “acorazonado” terminaban la dotación el espacio.

Había tres puertas. Una llevaba a una bodega pequeña, con un archivador negro de cuatro cajones, que al entrar la saludaba parcamente, unas cuantas repisas y una caja fuerte pequeña. La siguiente daba a un amplio vestier y un baño, el cual aún no entendía para que podría darle uso, pero que ciertamente la hacía sentir bien al pensar en la envidia que sus compañeros (y en especial sus compañeras) le guardarían.



Todo el espacio se encontraba neutralizado por un omnipresente baldosín blanco, un lavamanos delgado, hundido en la pared en su base, al igual que el sanitario, y una amplia tina. Todo abarcable desde la vigilancia del receloso espejo ovalado.

Y, por supuesto, estaba la puerta de entrada, con su nombre y su cargo marcado sobre el vidrio de textura.

El espacio en total se prestaba para que ocho personas se reunieran en él con toda la calma, y algo sospechaba de que el hospital se hubiera hecho cargo de la remodelación completa...

Sin previo aviso un pitido repetitivo y entonado la sacó de su contemplación. Levantó el teléfono de inmediato.

-- Doctora Quinzel – Respondió con serenidad

-- Señorita Quinzel, solo quesía recordarle que su cita con el paciente 4603001 está programada para dentro de 15 minutos

-- Muchas gracias – Respondió algo confundida-- Este ... ¿Cual es su nombre?

-- Jayna Summers, señorita. -- Tenía una voz dulce y servicial

-- Ok, muchas gracias Jayna.

-- Para servirle, señorita. ¿Ya le informaron que seré su secretaria? -- Preguntó un poco insegura.

-- No-- Afirmó comprensivamente -- Pero muchas gracias por presentarse.

Colgando el teléfono, tomó su celular y su identificación y las metió en el bolsillo de su bata.

Sabiendo que faltaba poco para que llegaran guardias para escoltarla a la habitación, Harleen buscó en su oficina la respuesta a su ansiedad. Que habría en la mente de este paciente?

Sus manos vagaban inconcientemente por el cuero, envolviéndose en sueños de los que irremediablemente salía sacudiendo su cabecita.

Un objeto pesado pero discreto tocó su puerta, ella respondió.

-- ¿Si?

Abriendo la puerta, dos fornidos guardias con aire simiesco se abrieron paso por la (para ellos) angosta puerta. --Señorita. ¿Lista para escoltarla con el payaso?

-- Si señor, ya.

Conduciéndola por un ascensor, los hombres la guiaron por un laberíntico recorrido. Le era imposible no cuestionarse, si necesitara huir, ¿Lo lograría?
Ella sabía que “El guasón” no era ningún pelele, ciertamente era un genio deschavetado, y dudaba que tanto enredajo fuera problema para él.

-- Concentrada, Harleen trata de recordar la ruta...derecha, izquierda, izquierda, izquierda, baja, derecha, sube, derecha, izquierda, baja... eran demasiadas direcciones para memorizarlas así de facil.

Uno de los uniformados rompió el silencio -- Hay cámaras de seguridad cada 20 metros, y en algunos lugares hay aspersores de gas somnífero.

“Sigue siendo poco” Pensó ella, respondiendo parcamente: Mmm... entiendo.

Ella sabía que estaban a punto de llegar, la actitud inquieta de los guardias delataba el hecho. Su deducción se confirmó cuando ellos comenzaron a hablarle de nuevo.

-- Señorita. Antes de que usted pueda comenzar con él, nosotros dos debemos entrar y revisar toda la habitación, luego podrá entrar, y nosotros la acompañaremos. El paciente tiene camisa de fuerza en este momento, pero se le retiró el bozal ya que se hirió la lengua con él anoche.

-- Veo – Respondió interesada -- ¿No le pueden quitar la camisa?

--Pero... Señorita – Contra argumentó atónito, sacando una foto de su carpeta. -- Esa no sería una idea inteligente... Esto fue lo que le pasó a un guardia armado de 137 kilos, cinturón negro en Karate. Lo atacó con una llave en uno de sus asaltos. La foto mostraba un rostro aparentemente injerto con tocino crudo, Un ojo perforado y deshecho, y el otro salido de su cuenca. Una divertida visión que se atrevió a guiñarle el “ojo”.

-- Que interesante caso – Dijo dándole poca importancia -- Esté cerca, yo le digo cuando puede quitársela, primero desearia hablar con el.

Determinantemente estableció -- No nos es permitido quitarle la camisa

-- Si es del caso lo hare yo

Uno de ellos la miró con poca cara de amabilidad, alzando la voz.
--Mire, señorita. Usted nunca ha lidiado con un delincuente como este, ¿Cierto?



Harleen le devolvió la mirada, tomándolo del cuello de la camisa. De un movimiento lo puso contra la pared, pisándole un pie y tomando el arma de su cinturon. El cañón fue a darle un vistazo a su ojo.

-- Yo soy la que decide acá –Argumentó serenamente, pero con un nervioso tic desatado en un párpado -- Usted no tiene ni idea de mi hoja de vida – Susurró apuntando al otro ojo, y luego dentro de uno de sus huecos de la nariz -- Y tampoco sabe como puedo ensuciar la suya.

Cargó el arma con una divertida risita que hizo eco entre los pasillos.

El sorprendido guardia no pudo más que levantar sus manos en signo de debil rendición, poniéndolas contra el muro, mientras el otro, asustado hasta los huesos, desenfundaba su pistola y apuntaba a la Espalda de la doctora. Algo feral asomaba en los delicados ojos azules de centrada psiquiatra... ¡SUELTE EL ARMA! ¡SUELTE LA JODIDA PISTOLA! Gritaba desesperadamente el guardia, rompiendo el sepulcral silencio del sótano... Y de golpe la realidad se le metió de nuevo por los ojos.

-- Yo... -- Se dijo casi a si misma-- Yo tomo las desiciones aqui (reparándolo de pies a cabeza) "PEQUEÑO"

El hombre la mirço de vuelta con desprecio, con el orgullo herido.

-- Como le plazca. pero cuando dañe esa carita.... no será nuestra responsabilidad.

Y ella sonrió, satisfecha por la información de la que se había hecho.

Al fondo del pasillo se veía ya una placa angosta de vidrio negro, parecída un espejo. Los tres caminaron al encuentro de sus reflejos.

El guardia efectuó el rutinario proceso. Al desvanecimiento del ahumado se reveló la imagen del hombre (literalmente) recostado contra el muro, con la cabeza balanceada sobre su cama y los pies haciendo círculos en el aire; retorciendo los dedos.


-- Como me asquea este tipo... -- Comentó uno mientras su compañero se dirigía al lunático a traves de un comunicador. "Alístese para una revisión".

El guasón saltó de la cama y cayó gracilmente en el piso, haciendo una venia... mirándola... sabrá Dios como, pero la miraba a los ojos.

Sus ojos eran grandes, tan alargados, mezquinos, y el perfil de su cara gritaba maldad. uno rostro luengo y pálido, triangular. el pelo enmarañado, con profundas ojeras... y dos cicatrices que cruzaban sus mejillas desde las comisuras de los labios casi hasta las orejas.

Harleen lo observó en detalle, maravillada. Se veía peligrosamente divertido trabajar con él... Su lo-cura era tan notablemente irracional que le erizó los pelos de solo pensarlo. Mil barbaridades se apoderaron de su cabeza, locuras que ocasionalmente le susurraba su inconsciencia. Quizo hacer, y este hombre podía ayudarla a cumplir. Sus ojos se iluminaron en un rictus imposible de ocultar.

Sus uñas comenzaron a golpetear contra la puerta en señal de ansiedad. Imaginando aquel delincuente deshaciendo a los mal educados guardias. (una macabra sonrisa se extendio por su rostro). La sangre de cada uno regada pintando la parte blanca de los vitrales de la capilla del sanatorio, cortando la carne y dándole forma de solomo, mezclandolo con el solomo en la cocina... Poniéndole pañales al director del hospital y enloqueciendo aún más a los otros pacientes con violentas voces bajo sus puertas...

Sacudió con fuerza la cabeza, desaprobándose, y se centro nuevamente en el paciente que tenia al frente suyo.

La puerta se abrió, desapareciendo, y los guardias entraron de inmediato. La puerta se cerró y se opacó. no se podía escuchar nada.

Ella suspiraba al otro lado... no podía dejarse llevar por esos pensamientos. “Solo fueron películas de mi infancia, no tienen porque repercutir en este momento. tengo un ascenso, oficina bonita, prontamente carro nuevo y una brillante carrera, no la puedo tirar por la borda solo por idiota... Todo está en mi cabeza, son solo conecciones mal hechas entre neuronas... son solo defectos...” suspiro nuevamente y se recosto contra el muro.

Tras eternos minutos la puera abrió de nuevo, uno de ellos la miró, indicándole su entrada.

Entró con paso seguro, deteniéndose para examinar el ambiente. Las ganas de saltar en ese techo tan....tan.....tan...¿acolchado? Fueron reprimidas de inmediato, mirándolo por fin a los ojos.

-- Buenos días – Habló ella.

-- Buenos días, ciertamente ¡Para usted! Pero el sol no se asomó esta mañana, mi ventana me lo contó. -- La mira de arriba a abajo poniendo su cabeza incómodamente de lado y abriendo bien los ojos... dorados... sus ojos dorados que parecían comérsela con tanto brillo. Entreabrió su boca.

-- No sabía que ya era hora de almorzar! me habría vestido para la ocasión!

En respuesta uno de los guardias tomó su macana, levantándola en amenaza. “Infeliz degenera...”

-- Déjelo. -- sonrió Harleen-- Si quisiera luchar por su comida me tendria que bajar el vestido con el pelo...¿No es así señor payaso? ¿O acaso le dan miedo los retos?

El loco sonrió con ira en sus ojos.

--¡QUE FALTA DE PROFESIONALISMO, PRIMOR! -- Gritó histriónicamente, extendiendo su.... ¿boca?

-- Mucho gusto, The Joker... Antes me llamaban guasón, pero estos tiempos de globalización requieren el dominio de otra lengua. ¿Tal vez la suya?

-- ¿Y como lo piensa hacer, con los dedos del pie? Vamos...está algo grande para eso. ¿No cree?

No, no me hace falta una mano para controlarla. -- Reafirmó parado en su seguridad.-- Oiga. ¿Y sus dos amigos? ¿No desean una taza de te acaso?

-- No... Ellos ya se van... Prefieren no jugar al “Te cazo”

Los dos la miraron desaprobatoriamente, de la forma que ya conocía bien, respondiendo “No podemos hacerlo”

-- Helado para los chiquillos.. -- respondió entregándoles un billete de $100 a cada uno. Los dos miran impresionados, uno susurrando "Estaremos afuera”. Y salieron son más ni más.

El guasón sonrió mirándola de nuevo con pujante interes.

-- Cuando entré me pregunté – Afirmó con una expresión infantil y contenta la psiquiatra --... bueno... ¿no has intentado tirarte contra las paredes? parece divertido.

-- ¡SI! Lo es... pero dejará de serlo despues de unos meses, así que lo guardo solo para momentos “Especiales”.


-- Umm... veo -- Sonrió, sin entender el porque de la simpatía simpatia por este hombre. ¿Donde había quedado todo lo que había hecho hasta el momento? -- ¿Y que lindo nombre te puso tu mamá?

-- Cuando la vea le preguntaré – Se encerró en sus brazos el paciente.


-- Harleen Quinzel

-- Mucho gusto...The Jocker... -- Presentándose de nuevo cayó en cuenta de su identidad -- OH! ¿Harley Quinn? ¡Suena a bufon!...
Mucho gusto, señorita bufona.

Y en la mente de la pequeña niña se dibujó la incoherencia.

Salen el payaso y la bufona... ¡Comienza la funcion! ¡el salto de la muerte desde el trampolin! Se lanzan agarrados de las manos desde una rampa de veinte metros para caer en los cañones que a su vez cuando se mueven los resortes sueltan los sellos de las bombas, cayendo sobre la red, se bajan rápidamente en sus monociclos ¡Y explota todo en un hermoso hongo de fungi!


Ella intentó volver a su trabajo lo mas rapido posible... Tratando de ignorar esos momentums extraños de su cabeza...

-- Tomemos esto en serio(Se dijo tambien). Cuénteme de su vida. ¿Cuantos años tiene?

-- ¿Que? ¿Años? Debería saber usted que los payasos rejuvenecemos cada día.

Ella le devuelve, perpleja, la mirada... Necesitaba ganar su confianza para así abrir su mente a ella.

-- ¿Que fuiste antes de ser payaso?

-- Niño, Osea... Lo mismo. ¿Y usted? ¿Como era su familia? ¿Que fue antes de ser una arlequina que cree leer mentes? -- Avanzó interrumpiéndola con autoridad, pero ella no podía dejar que él tomara control.

-- Yo hago las preguntas aqui, señor payaso -- Murmuró mirándolo en forma retante

-- Ay, ¿sentiste amenazado tu reino verbal? Dejemos que te sientas bien

-- Tranquilo, en el pais de alicia todos se encuentran bien, gracias – Respondió ella, inmediatamente cayendo en cuenta de su incoherencia. “¿Por que dije eso?”, Inquirió.

-- mi papito era un buen hombre, Un asqueroso bebedor, Un completo payaso.

-- ¿A que se dedicaba?

-- A hacerle chistes a mi santa madre

-- ¿A que clase de chistes te refieres?

-- Le gustaba jugar mucho

-- ¿A que jugaban?

-- ¡Pues al gato y al ratón! ra-¡tonta!

La duda la abordó. -- ¿Y quien eras tu?

-- Mi... Mi padre no jugaba conmigo... -- Sus ojos dejaron salir una mirada vulnerable por un instante, regresando a una iracunda y escudante sonrisa.

-- ¿Quien era gato y quien raton?

-- ¡AH! ¡Que tema tan aburrido! -- la interrumpe subiendo la voz, a lo que ella repitió la pregunta.

-- Yo soy el gato ¿Y tu?

-- ¿Tu madre era el raton? ¿Era ella la victima? -- Instiga tratando de buscar en sus padres la razón de su transtorno... pero era tan dificil hacerlo mientras se esforzaba por ignorar sus visiones...pero no pudo evitar pensar en los dos con disfraz de gato y raton corriendo bajo las manecillas de un reloj monstruosamente grande.

-- ¿Tu eres el ratón entonces?

-- Yo no estoy hablando de mi padre, él me hizo sonreir... siempre me hacía sonreir

-- Excelente... -- Murmuro ella más por ser un tic verbal en ella que por haber logrado conclusión alguna. Algo tenían sus padres, algo sexual había en su locura. Y con lo tanto que despreciaba a los Freudianos. ¿Venía a encontrar en su mejor alimento la expresión perfecta de aquel vejete? -- Bueno, hasta aca llega mi visita de hoy, Nos vemos luego.

-- ¿AH? ¿No quieres un poco de queso? Nonononono... no. Queso no hay, pero tengo leche. Pero es solo para los gatos buenos

Harleen lo miró sonriente mientras hacía señas a los guardias para que abrieran la puerta.

-- ¿Leche?

-- Si... Ah, de esa me sobra, no hay nadie a quien ofrecerla desde hace mucho. Agradable visita, Harley Quinn. ¡No olvides traer a tus amigas!
-- Lo recordare para la proxima – Exclamó resignando sus ansias de quedarse alli más tiempo. Sabía que no era conveninete para el proceso.

Los guardias entraron para escoltarla, mientras uno servía de barrera entre ella y aquel enredado cerebro, el otro le abría paso.
-- ¿No le entregó ningún objeto? ¿No se le cayó nada de los bolsillos? -- Preguntó rutinariamente.
-- No – Mintió, recordando haber dejado un caramelo masticable relleno de chocolate bajo la cama.


* * *

La celda se cerró y las luces se apagaron, tal como siempre me ha gustado. Como un insecto buscando el calor de la sangre, suculenta y necesaria, el caramelo encontró mi pie desnudo al filo del acolchado piso.

-- Doctora corazón, cardióloga fracasada de colegial disfraz... ¿Como supiste que me encanta el chocolate?

Él sabía algo... No sabía que era, pero sabía que algo tenía para saber. Su nariz nunca mentía.

Ella tenía un particular perfume en la piel, una mezcla de café cargado, morfina y sueños húmedos. Algo alucinógeno y destructivamente seductor.

Ella... Ella estaba tan loca como él en el fondo, como yo en la superficie.

Ella sabía que él sabía que sus malsanas locuras se besaron al primer momento.

Solo era cuestión de tiempo.

viernes, 20 de febrero de 2009

Marioneta. Parte 4. Abriendo la puerta.

(Antes que nada, queridos lectores, me disculpo pues hoy deseaba publicar más de lo que aqui pongo, pero he tenido problemas con varios asuntos entre ayer y hoy. Espero publicar otra parte en el transcurso del fin de semana.

Gracias por su comprensión, y que disfruten la lectura.)


(Este es un poster ficticio, no corresponde a ninguna película en al que Se planee la actuación de Johnny Depp)


Colgué el teléfono y me levanté, arreglándome el vestido un poco, tiránicamente oprimiendo la rebeldía de unos cuantos mechones de cabello, asegurándome de llevar todo lo necesario... ¿Necesario?. Pues algo había de necesitar. Tomé mi carné de empleada y apreté la pinza en el bolsillo del pecho. Me recosté contra el escritorio por un momento para hacer tiempo, no quería que el Jefe pensara que no hacía nada cuando me llamó... y miré el reloj. No eran ni las 10:00AM. El día apenas comenzaba y ya había resuelto todo lo que debía hacer en la jornada.


Dándome una última mirada al espejo abrí la puerta de mi oficina y me dirigí por el pasillo.
Él era un hombre alto y desgarbado, de rostro ovalado y frente ancha. Ojos hundidos, escondidos tras dos bases de botella. Su pequeña boca apenas se abría para beber café y decir algo. Y siempre que decía algo lo articulaba con su mano derecha. Siempre se me pareció mucho a Goebbels, pero hablando con su mano derecha y dejando que la izquierda descansara en alguna parte.

Él pareció no notar que había entrado a la oficina, perdido en un archivo que tenía en sus manos. Aclaré mi garganta para atrapar su atención. Él sonrió debilmente.
Si, su expresión lo decía todo. Estaba feliz leyendo el archivo del nuevo recluso. Como un coleccionista cuando obtiene esa pieza que tanto había deseado, o aquella que nunca, hasta que la vió, supo que sería la principal de su tesoro. Pero así como se lo veía, tenía miedo. Sabía a quien tenía en sus instalaciones. No era un loco cualquiera el que acababan de encerrar bajo sus pies.

--Señor, ¿tenia algo que decirme?-- pregunté intentando, en vano, contener la ansiedad que me acosaba.

--Si señorita Quinzel, --respondió despegándose del papel.-- He estado considerando ciertos elementos de su hoja de vida y de su historial de trabajo. --Pausó momentáneamente, tomando un respiro casi nostálgico-- Y he decidido ascenderla a Jefe de Psiquiatría.

Comencé a jugar con mi pelo, mirándolo con incredulidad. Como un taco de dinamita con mecha perezosa, me tomó un momento asimilar correctamente las palabras. Una sonrisa se tomó mi rostro.

No pude evitar elogiar su decisión, sacándole tambien una sonrisa. Me sentía un poco como una “lame suelas”, pero me era inevitable cuando apenas soñaba con ese puesto hasta dentro de unos años. Ciertamente no llevaba en el sanatorio (Ni en la labor) el tiempo que alguien normalmente requería para llegar a ese punto.

“En su nuevo cargo, su salario incrementará un 37%” Escuché entre ensoñaciones, viéndome de compras en esas lujosas boutiques del centro, celebrando con las amigas que atraería el dinero, rodando en un hermoso auto por los caminos campestres... “además deberá asistir menos horas, si así le parece”. Mucho más tiempo para leer, para perderme en mi múcisa, para pensar en mis pacientes... para controlar mis impulsos... !Al fin tendría tiempo para tener una relación! “será transladada a la oficina 305" ¡LA 305! ¡ERA MÁS AMPLIA QUE MI HABITACIÓN EN CASA! Tenía bañera (Que nunca supe para que la usaban), un amplio sofá, una preciosa vista de los campos detras del sanatorio, una neverita... “y tendrá acceso a todos los archivos de los pacientes que el sanatorio ha tratado” Mi cabeza daba piruetas, bailando perdida entre el fuego. Innumerables archivos de los enfermos mentales más interesantes de la nación. Mentes que más parecían laberintos. Llenas de tesoros ocultos, secretos como tumbas, de transtornos horribles... Frenéticamente jugaba con mi pelo, ansiosa por el translado. Sentía incontenibles ganas de saltar. !!! (Ahogó un grito en su garganta). ¡De volver a mis días de gimnasia y dar volteretas por doquier! Quería besar al primero que se atravesara en mi paso, y salir corriendo mientras me carcajeaba como loca. ¡LOCA!.

“Se le asignarán además los casos d mayor relevancia de la clínica, comenzando mañana por el caso 4603001. ¡Felicitaciones! bien merecido lo tiene.”

--¿El caso 4603001?-- Habría sido mejor no preguntar.

--Si, el de nuestro nuevo huesped.

El caso del payaso rebasó mi fantasía y se la tomó. Mi oficina perfecta se volcó al caos. Muebles razgados, sillas partidas contra las paredes, el espejo del baño roto sobre un reguero de sangre. Mis archivos en llamas mientras ese desquiciado daba las mismas piruetas que yo ejecutaba hace un momento, a mi alrededor. Me imaginé atada a la silla con mis medias mientras él me pasaba el vidrio por encima... Gritando como loca. !!! (Ahogó otro, ya buscando asirse de nuevo a su cordura).

Volviendo a mis cabales sacudí la cabeza para desvanecer el desastroso culmen, agradeciéndole calurosamente. Que buena actriz era. Le estreché la mano.

--El interno-- continuó su jefe --dormirá sin tratamiento esta noche, mañana comenzará. Tiene usted alguna duda? algo que desee decir antes de ser nombrada?

Solo atiné a preguntar si debía transladar mis cosas ya, a lo que me respondió que ya lo hacían algunos empleados.

--Se que en este trabajo encontrará muchas cosas que no esperaba, seguro le cambiará la vida.

Le agradecí, dejando que la frase hiciera eco en mis oídos. Algo se me vino a la mente de golpe.

--¿Me permite una pregunta?-- Él asintió. --¿Que pasa con la anterior jefe de psiquiatria?

--Ella... al saber que transladarían a este paciente... ella renunció-- Exclamó bajando la cabeza, como si verdaderamente le doliera decirlo. Yo tragué saliva alejando de mi las especulaciones sobre su decisión.

Divagando ya con el eco, combatiendo las conclusiones de mi agil mente, y apagando el fuego en mi oficina imaginaria, le di la mano para despedirme.

Durante toda la tarde di vueltas por mi nueva oficina, sacando a flote mis dotes de diseñadora que tan empolvados estaban.

Despues de almorzar en completo silencio, sumida en divagaciones y proyectos, el altavoz del complejo se aclaró la garganta. Hace mucho que ni lo oía respirar.

“A todos los empleados. Les informo que la señorita Harleen Quinzel, quien lleva trabajando con nosotros tres años con un desempeño imepcable, ha sido reconocida por sus destacados proyectos. Hago oficial el ascenso a jefe de psiquiatría de la señorita Quinzel. Felicidades, y espero que se la reciba como lo merece.

El comedor se desparramó en aplausos, mientras empleados de toda dependencia se pasaban por mi mesa a estrecharme la mano y felicitarme personalmente. El corrillo de psiquiatría se dividía ahora entre sonrisas de camaradería y envidiosos ceños fruncidos.

Pero hubo una manifestación aún más profunda.



En la oscuridad del sótano una sonrisa se dibujó entre las sombras iluminando la celda. Como si del gato Cheshire se tratara, una risita aguda y burlona ¿aclamó? el recibimiento.

En su mente el nombre se dibujó con letras rojas y negras, dividido en cuadrantes, separado por espejos. Sangre y sombra.

¿Harleen Quinzel? ¿Hahahaharleenquien? Harleen (se respondió ya tomándole confianza al nombre). Harley, Harley, Harley Quinnzel.

¡Viva Harleeen!

¡Viva Quin!...

¡Viva el arlequin!

viernes, 13 de febrero de 2009

Marioneta. Parte 3. Ayer.



Yo nací en una familia tranquila. Mi padre, un buen hombre dedicado a su familia. Mi madre, una mujer que parecía salida de aquellas propagandas de mi niñez, con delantal de cuadros y guantes sacando galletitas del horno y sirviéndolas recién hechas.

Mis padres se casaron jóvenes, cuando él fue ascendido a Gerente en la empresa de su padre. Una compañía farmacéutica reconocida a nivel nacional. Su sueldo fue más que suficiente para prometerle una vida perfecta a una joven que poco hace terminaba la secundaria. Ella había pasado por medio semestre en tres carreras, pero en ninguna encontraba satisfacción.

Llevaban ya dos años de noviazgo, con problemas y opositores, como cualquiera, pero tan llena de amor como podía estarlo, las dos familias encontraron la solución a sus quejas en cuestión de unos meses.

Los Quinzel (familia paterna) eran de un corte tradicional, de hombres exitosos y mujeres relegadas al hogar. Pero felices allí.
En cambio los Johnson eran una familia de menos fluidez económica, en la que hombres y mujeres trabajaban por igual. Los esfuerzos por enviar a Monica a la universidad fueron desbordantes, y ella parecía quedarse en un círculo vicioso al no encontrar su camino en ninguna de las carreras.

“Esta muchachita nunca va a salir de la universidad”... Le decían, y ella callaba. “Se graduarán primero sus sobrinos”... Susurraban en las reuniones familiares, y ella lloraba para si. “Ese noviecito le saldrá como el de la tía Emma” ... Y la pobre Monica corría a encerrarse en su habitación. Él no era como aquel ricachón, él no la utilizaría y la abandonaría con planes para una eternidad juntos... Él no sería capaz de dejarla como una cincuentona doliente.

Ciertamente, no. Mi padre, con su nombramiento, encontró su piedra angular para resolver su vida.

Un viernes por la tarde llegó a casa de “Mamá Johnson” sabiendo que todos se reunían sagradamente a merendar en casa de la abuela. Armado con un trago de Whiskey, una cajita de terciopelo y un ramo de rosas, se dirigió a la familia con más valentía de la que el recordaba tener.

“Señores Johnson.... Familia Johnson... Vengo a pedir respetuosamente la mano de Mónica...” Un incómodo silencio inundó la sala. Las galletas contuvieron su dulzón aroma, el te dejó de humear, y el reloj de péndulo se frotó los ojos con las manecillas, tratando de corroborar lo que veía.

“Vengo con una intención seria. Acabo de ser ascendido a Gerente en la empresa de mi padre, y quiero que Monica sea la madre de mis hijos. Ya he hablado con ella antes... Y... ella preferiría dedicarse a criar una familia. Pueden tener la seguridad de que a mi lado no le faltará nada.

Nunca vió tantas sonrisas juntas en esa familia. O tal vez si... cuando se apoyó en una de sus rodillas, sacó el anillo del bolsillo de su traje (Ah, me olvidaba... iba de traje formal mi padre... que tierno) y le pidió a mi madre con la cara iluminada de felicidad que se casara con él. ¿Adivinan que rostro se iluminó entonces?.

Un mes después fue la suntuosa ceremonia. Nunca hubo tanta paz ni aprecio entre las dos familias. Bebían juntos, charlaban, reían, lloraban... Como si se conocieran desde siempre. El acontecimiento los había convertido en una verdadera familia. Mi madre entró conducida por su padre, quien no pudo contener las lágrimas, mientras papá la esperaba con un cóctel de emociones pintado en sus jóvenes ojos. No pudo ser más perfecto.

Tuvieron una luna de miel que se alargó un mes... ¿Quien les iba a decir que no? Él era Gerente de una empresa a nivel nacional, y ella una feliz recién casada.

Mi madre nunca se graduó, pero obtuvo el título que más deseaba. Ser madre.

No me hice esperar mucho. Llevaban año y medio de felizmente casados cuando llegué yo. La niña mimada de la casa.

Mi padre deseaba un varón, y yo me encargué de cambiarle esa idea. Fui su cielo durante toda mi infancia, su única razón aparte de mi madre. Durante mis primeros años se fue evidenciando mi aguda inteligencia, mi perspicacia, mi hambre de conocimiento ¿Que más podía pedir él?

Que afortunado que no pidió más... porque no podría habérselo dado.


Fue alrededor de mis catorce años cuando la pesadilla comenzó. Lo primero fueron mis cambios de actitud... mis cambios emocionales. Al principio todo parece normal... Le saltó a un niño encima para besarlo y luego le golpeó la cara hasta que salió corriendo alrededor de los juegos... Son cosas hormonales. ¿Verdad mamá? ¿Verdad que las voces que escucho en mi cabeza son solo otro de los pormenores de la adolescencia?

El diagnóstico dijo lo contrario. Trastorno Bipolar y una leve esquizofrenia de tipo paranoide.

¡Suena tan lindo cuando lo pones junto!

Así fue que pasé de ser la princesa de papá... a ser la pesadilla de papá.


No tuve que pensarlo mucho... después de los exitosos tratamientos con las medicinas de la empresa de papá (Que paradójica situación, ¿que habrá pensado de eso mi padre?) todo volvió a la normalidad. Al menos volvía a la normalidad después de unos meses de tratamientos. Nada de palomas muertas, porque mi madre nunca me pedía que se las regalara. No volvería a robar las camisetas del equipo de football ni a mentirle mecánicamente a nadie. No habrían más vergonzosos cambios de escuela cada año... o cada tantos meses. No más paranoia, los niños no me observarían más como si quisieran atacarme (¿O si? Ríe internamente). Por fin los empleados de mi padre lograron un tratamiento exitoso para mi, cerca de mis 19 años. Podría dedicarme a estudiar en la universidad con tranquilidad.


¿Que deseas estudiar, cariño? Preguntó Mi padre ilusionado después de ocho meses de cordura.

“Psiquiatría”. Respondí sin vacilar. Nadie pasaría por lo que pasé yo de nuevo. No durante mi turno.

El teléfono de mi oficina sonó mientras yo me encontraba absorta en recuerdos y pensamientos. Un espécimen tan interesante era una oportunidad grandiosa. Era algo que sabía. Aunque sonara a frase barata, sabía que cambiaría mi vida. Nada me hacía pensar así sin ser importante. Y con todo eso no imaginaba cuanto cambiaría aquel payaso.

“Señorita Quinzel. Si tiene tiempo, pase por favor a mi oficina”. Exclamó la voz del director de personal desfigurada por la vocina. ¿Sería esto coincidencia con la entrada del preso?

Mmmm

Nunca he creído en las coincidencias.

jueves, 5 de febrero de 2009

Marioneta. Parte 2. Habitación 4603001.
























Los uniformados, con toda la rigurosidad del caso, entraron al complejo asegurando la zona. Todo el personal se encontraba apuntalado, formando un corredor que llevaba a las escaleras del sótano. Dada la señal, otros cuatro agentes lo condujeron adentro.

Sonreía. Sinceramente sonreía desde antes de entrar.

Todos los ojos se posaron sobre él, era la nueva estrella de este circo, la atracción principal entre tanto loco. Y el lo sabía bien. Era un lunático, no un estúpido.

Una atrevida carcajada fijó la atención de la multitud. Sus labios se curvaban violentamente bajo la máscara, mientras miraba frenéticamente de un lado a otro. Reparando rostros, grabándolos en su cabeza, poniéndoles nombres. “Pequeño Juan, Dorotea, Katheryn Soprano, Tifón, Cara de masmelo...” Susurraba en una retahíla incesante de palabras. Hoy no estaba de ánimos de hablarle a nadie, no mientras tuviera esa máscara que ocultara su sonrisa.

Los guardias lo condujeron ahora hacia el sótano del edificio, guiados por un mapa. La ruta trazada se tejía de forma incoherente por los pasillos y sub niveles del calabozo. Debían hacer que su mente se perdiera entre tantas vueltas, su abogado había conseguido que no fuera posible vendarle los ojos ni transportarlo en un pequeño montacargas, como a los psicópatas de su calaña.

Al final, al fondo de un pasillo alargado, cubierto de puertas metálicas a cada lado, una angosta placa de vidirio negro, parecida a un espejo, descansaba fría. Esperando ser abierta para cumplir con las razones de su construcción.

Los guardias, obligando al loco a mirar en el sentido contrario, presionaron un botón al lado de la puerta, una pantalla táctil salió tras una placa retractil. El código de sentencia fue digitado posterior a una huella digital autorizada; y la puerta desapareció ascendiendo entre el muro.

Otra revisión, más cautelosa esta, a su acogedora residencia. Los muros, el techo y el suelo estaban acolchados en cada centímetro, no había ni una sola superficie dura ni puntiaguda. Parecía un corral para un niño problemático. Un lava manos con un expendedor de jabón, un sanitario, papel higiénico. Una cama casi pegada al piso. Todos los muebles cubiertos de la misma forma que las paredes; Todo esto iluminado por pequeñas luces escondidas tras placas de acrílico en el techo... Nada más.

Los dos guardias salieron de nuevo del diminuto espacio. Ahora ellos sonreían.

El guasón seguidamente se percató de la razón de tanta gracia. A su lado una jeringa salió de debajo de una manga, y su contenido fue vaciado en su torrente sanguíneo. No hubo tiempo para hacer nada.

-- Un regalo del jefe de policía, Payasito--

Entre balbuceos desvanecientes alcanzaron los policías a entender “Mamá... por favor... cierra la ventana que hace frío”.

Los guardias le quitaron el bozal y pusieron sin prisa la camisa de fuerza, para luego tomar turnos para entrar a la celda y patearle las costillas con una primitiva satisfacción. ¿No lo tenía merecido el muy bastardo?

Que fortuna que su abogado también consiguió que su celda no tuviera cámaras internas, y que la placa de acrílico se ahumara a menos que se digitara la clave.

“BIENVENIDO AL INFIERNO, PEDAZO DE ESCORIA” le gritó uno de los uniformados. Los otros fueron contestatarios con insultos y burlas, mientras se alejaban tranquilamente de la celda 4603001.

domingo, 1 de febrero de 2009

Marioneta. Parte 1. Bienvenido.



Marioneta... me dijo una vez ese maldito pseudogótico, esa rata volante de buenos modales y pésimo humor... Me aseguró, el muy cínico, que mi pastelito me manipulaba como a una muñequita...

Nunca supe que responderle.


* * *
Unos cuantos años atrás.


Era el 13 de mayo, no lo olvidaré. Era el 13 de mayo, y cada noticiero de la ciudad se precipitó a cortar “su programación habitual para un boletín de último minuto”.

Lindas presentadoras en trajes de oficina, con unánime severidad, volcaron sobre la ciudad una fiesta desaforada. El caballero enmascarado había capturado al príncipe payaso del crimen. Todo lo malo que ocurria en la ciudad se detuvo, los ladrones guardaron sus pistolas y sus navajas, los sicarios no sacaron bala alguna de su casquillo... La siniestra sombra se había ido con la captura del monstruoso bufón, el alboroto y los vítores inundaban la ciudad. La fiesta se hizo sentir en cada esquina.

En los días posteriores el criminal fue juzgado, pero por más violenta y parcial que fue la vía de la justicia, no se le pudo encarcelar. Su estado médico lo calificaba como enfermo mental, y como tal sería remitido a un sanatorio.

El lugar escogido fue el Sanatorio Arkham.

El remiso fue transferido a la mañana siguiente en una caravana armada... para la ocasión. Al guasón lo custodiaban alrededor de dos docenas de hombres. Nunca supe si para protegerlo de la violenta multitud que seguía a los vehículos, o si era para protegerlos a ellos del payaso.

Sentada frente a la ventana de su consultorio, la psiquiatra del turno nocturno observaba la procesión a lo lejos, dibujando lentas curvas por el camino rural que daba a la reja del complejo. Sus ojos azul pálido estudiaban con interés la enérgica manifestación de odio al nuevo residente.
Harleen Quinzel, a la expectativa, jugaba con una de las coletas de cabello rubio mientras sonreía sin esconder la ansiedad que le generaba un espécimen tan interesante como el que ahora trasladaban hacia ella.

Hace ya casi dos años que Batman había prometido capturarlo, y cada promesa que hacía era cumplida al cabo de unos meses. Tanto así era que el alcalde había acondicionado ya una habitación especial en Arkham y otra en la prisión estatal, en caso de que fuera remitido a cualquiera.

Pero este no había sido el caso. Al día siguiente la ciudad no vió crimen alguno hasta que se puso el sol. Todos, convencidos de que aquel temía que el murciélago cumpliera su promesa, salieron tranquilos a disfrutar de una veraniega noche. En un circo se convirtió la ciudad. Con dolor despidió a siete ciudadanos.

La caravana había llegado ya a la reja del hospital mental, y mientras el grupo de seguridad se desplegaba y aseguraba la zona cual operación del SWAT, de esas que veía cuando joven en la tv, la reja se tapizó de manifestantes armados de pancartas, antorchas y megáfonos... Y obviamente de reporteros.
La Van en la que transferían al lunático se abrió, y los abucheos se desataron entre los presentes. Un muro de escudos al estilo de un testudo romano se armó a su alrededor, pero a traves del plástico se podía ver al hombre descender del auto. Era delgado, relativamente alto. Su pelo enmarañado y grasoso todavía pintaba de un verde opaco. Su rostro ya no estaba maquillado, pero la distancia no permitía ver mucho. Vestido con un uniforme naranja y un bozal, encadenado con grilletes en las muñecas y los tobillos, saltaba de paso en paso, dando venias y enviando besos a diestra y siniestra... ciertamente siniestra. Y con paso galante y burlón avanzó por una imaginaria alfombra roja mientras los policías detenían las piedras con sus escudos. La reja chirriaba por las sacudidas; las puertas de Arkham se abrían para su huésped número 1.

Aqui termina la primera parte.

(Agradecimientos especiales a mi Harley Quinn. Esta obra es una redacción posterior a un escrito a dos manos con mi queridísima Cristina. Un beso, mi lunática)

Si disfrutó la lectura, comente en agradecimiento, querido lector.

lunes, 19 de enero de 2009

Harley Quinn.... Marioneta




Anuncio que próximamente estaré publicando una (o tal vez varias) historias sobre Harley Quinn y su relación con el Guasón.

Como introducción al tema. Su apodo es un juego de palabras, y viene de "arlequin".

Su nombre real es Harleen Quinzel, y luego de que el guasón es capturado y puesto en un sanatorio mental, ella se convierte en su psiquiatra.

Harleen comienza a enamorarse del bufón, hasta perder completamente su identidad y convertirse en una mujer obsesionada con su figura, haciendo hasta lo imposible por un hombre que (según ella cree... y supongo que debemos creerle a la psiquiatra) la ama igual, pero no sabe expresarlo, por lo que la usa y la maltrata a su antojo.

Estoy sumamene animado con este proyecto, y espero publicarlo pronto.
Acepto sugerencias e ideas... pero no garantizo usarlas.

Y si... yo tambien desearía que fueran, al final, una feliz pareja de payasos... pero hay que ser fiel a los personajes cuando se hace algo asi.


Les deseo una semana de locura a todos!

Mi banda Sonora


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