miércoles, 6 de julio de 2011

Yo la conozco


Yo conozco a alguien que si pudiera dormiría tanto como los gatos.

Manga larga, bien cubierta, guardada siempre por si llueve. Y es que bajo sus costillas es invierno.

Le encanta Maria Antonieta, habría disfrutado en los zapatitos de Erzebeth, y habría sido la felíz esposa de su primo valaco.

Yo conozco a alguien que es una guía del autostopista onírico, pero tiene problemas para que sus sueños se mantengan bien puestecitos.

Yo conozco a una niña que urde los planes más macabros junto a Cupido, los discute con Cirse y los materializa en un aquelarre de una sola bailarina.

Conozco a esa que cuando se conecta con su identidad danza acentuando sus movimientos para estar conciente de que vive, de que es una mujer completa y no el pedacito de persona que se siente tras haberle dedicado todo a alguien que resultó con nada.

Conozco a una Rapunzel moderna que vive encerrada por una madre sobreprotectora que le permite ir a la universidad.

Yo la conozco, y ella entiende que las cicatrices son las raíces que echaste en el pasado, y que mientras más tinta llevan es porque la guardan bajo la piel para contar historias más complejas que un cuento con un solo narrador.

Yo no se bien quien es ella. Pero ojalá mañana pudiera abrazarla y decirle que sin sus palabras tal vez no habría llegado al punto en el que ahora estoy.

Mis Nueve Nobles Virtudes a tu servicio, y si las cosas salen como las deseo para vos, al servicio de tus hijos.



Por lo menos esta noche te cuido yo...

domingo, 19 de junio de 2011

Cuentos de amores paralelos. La Frontera











(Inspirado en la canción Someday de The Creepshow)


(Por favor escúchame en otra pestaña)

Las llantas del Dodge Challenger chirriaron contra el tenso asfalto, la negra línea estirada a través de Estados Unidos dejaba ver en lo oscuro de la noche el control fronterizo canadiense que interrumpía su camino a la libertad.


Alice puso su manita sobre el puño que agarraba fuerte la palanca de cambios, se miraron por un segundo, y en los ojos del otro encontraron la fuerza para sobrellevar lo que fuera.

El auto rugía empujándose sobre el asfalto a 95 mph, cuando de repente se encendió en la oscuridad una sirena, luego otra, otra y otra hasta que la vía se veía bloqueada por una decena de autos de la policía.

Pero no tenían miedo. Estaban juntos, y sabían que ni la muerte podría separarlos.

Fred aceleró, y el plomo comenzó a llover.


* * *


Fred nació en Leavenworth, Kansas. Un pueblo cualquiera en la panera de EEUU. Fue el hermano menor de dos niños en un matrimonio de clase media-baja, vivía en una de esas zonas del pueblo que antes habían albergado a las familias pudientes, pero que ahora valoraban el suelo con precios por el piso. Vivió su infancia soñando no ver más campos de trigo en su vida.

Frederick, nombre que le puso su madre, nunca fue un estudiante brillante, pero durante su infancia fue un niño cálido y cariñoso.

Cuando él tenía 11 años su madre tuvo un extraño arranque de libertad y decidió viajar en busca de mundo.
Margaret se escabulló una noche de su cama, se dirigió a la habitación de sus hijos, y tras darles un beso en la frente a cada uno y dejarles una nota que decía que regresaría en unos meses, tomó la maleta que había escondido en el closet y salió de su casa en silencio con el dinero que venía ahorrando para comprarse un gimnasio en casa.
Caminó hasta la casa de una amiga, quien luego de que ser convencida llevó a Margaret hasta la terminal de buses. Subió al que estaba más próximo a salir, y nadie más supo otra vez de ella.

Esa misma noche Alice dormía tranquila en su cama. Hija única, despertó la mañana del domingo para su desayuno semanal de pancakes en casa.
Alice era una niña en extremo inteligente. Los profesores del jardín la describían como brillante y callada, y ya a los seis consideraban que sería brillante en lo que hiciera.

Alice y Fred. Ya de 11 y 16, estudiaban la primaria y a la secundaria cada uno. Y mientras ella sacaba buenas calificaciones y no veía mucho de bueno en lo sociables y habladoras que eran el resto de sus compañeras, Fred recibía el abuso de los deportistas de su curso cada que cruzaba un pasillo.
Esperando afuera de la siguente clase, que el flaco y desarreglado Fred pasara frente a ellos era suficiente para que lo arrinconaran contra un muro y le dieran palmadas en la cara hasta que se hartaran.

- Cávate un hueco, perdedor - Le espetó el capitan del equipo de lucha, concluyendo su frase con un esputo que cayó en su nuca. Y con esta firma continuó su abuso hasta que los días de escuela terminaron.

En próximos años, mientras ese jóven se hacía capitán del equipo de lucha y del de football, Fred se enfocaba en clases de mecánica, y desarrolló un gran amor por los muscle cars. Pronto su sueño incluía ir en un Dodge Challenger o un Thunderbird por todos los estados sin mirar nunca atrás.


(No importa donde llevas la canción anterior, por favor párala y escúchame)

A los 13 Alice pisó por primera vez la secundaria. Asustada por lo que había oído de lo dificil que era vivirla, y sin haber cultivado amistades fuertes durante la primaria, sintió más que nunca la soledad. Esto la convirtió en una chica casera, y la apegó a su familia más de lo que ya lo estaba.

Alice y Fred se conocieron por casualidad un día que las mesas parecían estar todas ocupadas, y cuando él levantó su mirada y vió a la pobre niña rubia sosteniendo su pesada bandeja y sin donde sentarse, abrió espacio en la mesa y le asintió.

Frederick no era exactamente alguien cálido, pero era su manera de escudarse de la falta de cariño que sufrió por la ausencia de una figura materna. Mientras su padre trabajaba duro llevando bienes de un lado al otro del país para poner comida en la mesa, él quedó al cuidado de su hermano mayor; quien ante tales libertades en plena adolescencia aprovechaba para estar muy poco en su casa y mucho en cualquier otra parte.
Mientras por dentro moría por el cariño más puro e infantil, por fuera posaba una coraza de hostilidad, sarcasmo y risa.

Pero Alice pareció no verla. Por el contrario y pese a su diferencia de edad, comenzaron a pasar sus recreos juntos. Ninguno de los dos parecía recordar de qué hablaban, pero nunca se habían entendido tan bien con nadie.

Las burlas no tardaron en llegar, y mientras a Alice sus compañeras la hostigaban diciéndole que tenía pésimo gusto para los novios y que era muy mayor, a Fred lo golpeaban en el pasillo acusándolo de salir con una niña pequeña. Los dos aguantaban con resignación el maltrato, pero no dejaron de verse.

El año escolar estaba a menos de un mes de terminar, las vacaciones de verano se acercaban y Fred le contaba a Alice sobre como tomaría su bicicleta para ir a visitarla a diario, y sobre los hermosos lugares secretos que conocía regados por la campiña. Alice regresó sonriente a su casa, para encontrarse a su madre en el sillón llorando mientras su mano tensa no podía soltar un teléfono que había dejado de dar tono hacía ya rato.

Su padre había muerto en un accidente de tránsito. Su madre nunca le contó la historia completa, pero Alice supo que papá regresaba de Kansas City luego de haber hecho un buen negocio, y en su afán de ver a sus niñas condujo más de lo que debía, y soñar lo mató.

Las dos quedaron destrozadas por la noticia, pero Alice se sintió aún peor cuando su madre decidió que se mudaría a Canada por una oferta de trabajo. En menos de una semana ella había pasado de ser una niña felíz que esperaba pasar el verano jugando con pistolas de agua a una muchachita sombría que no parecía responder ni a su mejor amigo.

Primer día de vacaciones. Alice empacaba en el auto sus maletas para dirigirse al aeropuerto. Con un suspiro miró su reflejo en la ventana del baúl del auto, era la primera vez que se veía ojeras... Subió al asiento del copiloto y el auto arrancó. Varias cuadras después creyó verlo, con su pelo desordenado al aire, la camisa a cuadros sudada como nunca, y dando vueltas por su barrio buscándola. Nunca le dió la dirección exacta, ahora lo recordaba.

Alice se asentó en un bonito barrio de Montreal, su madre plantó un jardín que cuidaba para distraerse, y fue a una escuela mejor que la que había en Leavenworth. Pero nunca pareció volver a sonreír de la misma manera.



Los años pasaron. Fred no encontró reemplazo para quien lo escuchaba cada tarde, y los abusos de sus compañeros empeoraron mientras más cerca estaba de acabarse el último grado. Escupirle en el cuello al empujarlo lejos se volvió la firma de un claro mensaje.

Frederick ya optaba por no usar su locker para evitar encontrarlos en los pasillos, y reprimiendo su ira por miedo a desatarla, aguantó impotente hasta su graduación. Luego de concluida la sosa ceremonia Fred decidió caminar de vuelta a casa para ahogar sus pensamientos en la necesidad de controlar el poner un pié frente al otro, pero por la misma calle pasaron celebrando en un auto los ex-deportistas recien graduados, y decidiendo ponerle broche de oro ya que creían que nunca volverían a verlo, frenaron en seco unos metros adelante, bajaron del auto y corrieron a inmovilizarlo.
Ninguno pensó en qué hacer, por lo que todos parecieron estar instintivamente de acuerdo en golpearlo. Pero Fred no aguantó más, y luego de patearle la espinilla a uno y lograr soltarse, logró colarle un único puño al capitán justo en el ojo. Lo siguiente que sintió fue como si llovieran piedras, por horas. No fueron sino segundos, pero el dolor se quedaría con él largo tiempo.



* * *



(Seguro ya entendiste el método)

Alice regresó distinta. Apenas había cumplido los 17 hace poco, y en su infantil soledad se había remoldeado para acomodarse al mejor prospecto de vida y felicidad que ofrecía su ambiente.

Ser una niña popular no fue difícil. Comprar la ropa correcta, ver los mismos programas de televisión, salir a los mismos lugares que ellas y al final no contradecir nada de lo que nadie dijera. El camino estaba trazado, ella solo debía seguirlo.

Así que cuando Alice volvió a Leavenworth, con su madre con luto elaborado y con una nueva forma de vivir, ni siquiera recordaba quién era Fred. Todavía le quedaba un año de secundaria, y estaba decidida a hacerlo el más felíz de todos.

En la ilusión lo fue. Vivía en una burbuja en la que creía que su mundo perfecto nunca iba a acabar, hasta que en una fiesta en casa de una de sus amigas, cuyos padres se tomaban un tiempo para reencontrarse, un trago de más y un hombre con menos fueron suficientemente agudos para reventar su burbuja.

Él era una de las estrellas del equipo de Basket, y sin duda pensaba que no había en el mundo nada mejor que él. Ella no sabía como la habitación se había vaciado, y por qué ella estaba aprisionada entre un sofá y un adolecente con hormonas desbordadas.

Ella le pidió que se bajara, él supuso que se hacía la difícil. Ella insistió, él tomó su carita en sus manos. Ella le dió un beso y él bajó su boca hasta el cuello. Ella trató de alejarlo, él solo pensaba en él. Ella manoteó, gimió y pataleó, él entró, bufó, terminó y se tendío.

...

Ella lloró en silencio mientras él contaba a sus amigos al siguiente día su útimo logro.


Fue entonces cuando ella se recordó a sí misma, y con ello recordó a su viejo amigo, su pelo desordenado, su bicicleta y su mirada triste bajo el ceño fruncido.

¿Pero cómo encontrarlo? Nunca supo donde vivía, y aún si lo supiera eso no aseguraba que todavía la recordara.

(Disfrútame)

Se acercaban los 18 de Alice. Una mañana mientras subía a su auto los víveres comprados en Aldi, un hosco motor ronroneó a su lado. Ella no sabía bien que auto era, pero tenía estilo. Apagado el auto se abrió la puerta del conductor. Las botas de trabajo negras hacían crujir las hojas bajo sus pasos. Una hoja voló en el viento y se alojó en un pliegue de la camisa roja a cuadros. Él la tomó del tallo, la "hojeó" por un momento y luego, cuando el viento volvió a soplar, la liberó.





























- ¿... Fred?- murmuró Alice tímidamente. Frederick se volteó hacia ella en la inconsciencia del momento. Su pelo estaba más largo, su rostro más marcado por ojeras y un par de cicatrices, pero bajo el seño fruncido sus ojos seguían tristes y aniñados.

Alice soltó las bolsas que le quedaban en las manos y corrió a abrazarlo. Él la recibió con un abrazo y la levantó, dándole vueltas mientras su pelo suelto dibujaba espirales en el aire atrapando solo las hojas más hermosas.


Un mes transcurrió como si los relojes los hubieran echado a una copa de vino. Alice y Fred revivieron su infancia, soñaron sobre tiempos que ya se habían gastado, caminaron los caminos a los lugares secretos que ya ni existían, y a ojos cerrados la silenciosa Leavenworth pareció un cuento de hadas y gitanos escrito a dos manos.

Un día, en vez de hacer que el Dodge negro ronroneara frente a su casa, Fred cruzó el jardín y tocó la puerta.
Alice abrió la puerta descalsa, las botas de los jeans pisadas bajo los talones, y con un buso de capucha azul mal puesto sobre su camiseta blanca. De un tirón la sacó del porche y la llevó hasta el jardín. Ahí, recostada sobre la grama se encontraba la bicicleta que los habría llevado hace cinco años a donde fuera que lo soñaran.

Calle abajo rodaron los dos. Alice sentada sobre el manubrio y con sus piesecitos apenas alcanzando las barras en el eje de la rueda, reía a carcajadas mientras su pelo volaba enredándose con el de Fred. Él más que pedalear controlaba la velocidad frenando, pero poco a poco los dos se fueron soltando hasta liberar completamente los frenos. Como en los viejos tiempos, confiaban completamente el uno en el otro.

Metidos en la campiña del camino que llevaba a una de las tantas cárceles del pueblo que había albergado a Perry Smith y Dick Hickock, Alice descansaba su cabeza sobre el pecho de Fred. su memte perdida en el retumbar de sus latidos, su cuerpo tan relajado como la grama al viento, y su corazón que sin decírselo se iba acompasando al de Frederick.

Fred se sentó, levantándola tiernamente consigo, y perdido en un trance trató de quitarle tiernamente de su rostro las últimas sombras que dibujaba el sol del atardecer a través del follaje. Su corazón latía tan fuerte que ella podía escucharlo por encima del viento y los autos que pasaban lejanos. Les faltaba el aire, en una sensación de perpetua, calma, pero vertiginosa caída, los dos se dejaron llevar por la marea hacia sus labios. Las toscas manos se hicieron dulces. Las tiernas manos, temblorosas. Y en un beso todo hecho piel los dos se perdieron haciéndose uno en un nudo blanco de una sola hebra que en medio de la oscuridad parecía cerrarse uniéndolos.

Se amaron sin percatarse, sin remedio, sin razones, sin barreras. Y se amaron hasta que el celoso sol asomó para recordarles que existía un mundo más allá de ellos dos.


Como era de esperarse, la policía buscaba a Alice por desaparición. Nada apuntaba a Fred porque Alice nunca le había hablado a su madre de él, pero su preocupación fue tal que por casi un mes Alice vivó encerrada en su casa.

Al día siguiente, mientras su madre estaba en el trabajo, Fred tocó a la puerta. Alice no tenía ya las llaves de su puerta, pero hablaron casi 4 horas a través de la puerta, espalda contra espalda. Un papel que pasaba bajo la puerta, y por primera vez en tantos años tuvieron el mail del otro.

Hablaban cada noche, compartiendo cosas y masacrándose a preguntas hasta que alrededor de las 3:00 am Fred caía dormido de la nada.

Fred lograba distraer a Alice de sus tristezas con ternura y chistes tontos, pero una noche la depresión fue tan fuerte que él no pudo levantarla con nada.

La conversación se hizo tensionante. Él se frustraba, por no poder ayudarla, ella se sentía culpable por el dolor de los dos, y cada mal recuerdo le caía sobre el pecho aplastándola de a pocos, hasta que la presión fue tal que Alice explotó, y entre las muchas cosas que dijo le contó a Fred de aquel jugador de Basket.


(Escúchame)

Frederick no durmió. Su mente se mantuvo activa durante toda la noche pensando mil veces en lo poco que sabía que pasó... pero aunque lo que le dijo fuera apenas una aguja, lo hería como si una lanza le atravesara el vientre.

Frederick no durmió. Al siguiente día Alice lo llamó en la tarde para decirle que por fin podían verse, que su madre había levantado su castigo, y en menos de lo que terminaría su última frase Frederick ya tenía su Challenger en la puerta.


Alice subió al auto, saltó a abrazarlo y lo besó tiernamente, pero él apenas respondió tomando su carita en sus manos y besándo su frente, luego le pidió que se pusiera el cinturón y arrancó el auto.

No tuvo que conducir muy lejos. Fred detuvo el auto con calma, miró unos segundos hacia la casa, y sin decir una palabra bajó a la acera. A Alice le tomó unos momentos más darse cuenta que estaba frente a la casa de quien la había herido.

Trató por todos los medios de librarse del cinturón de seguridad, pero le era imposible quitárselo.

Fred tocó la puerta de la casa, y en cuanto el desventurado tuvo la mala suerte de hablar, lo tomó del cuello de la camisa, le estampó dos pesados puños en la cara y lo arrastró hasta el auto. Aunque la hermosa casa estaba llena de ventanas en la fachada blanca y pulida, nadie pareció asomar, siquiera percatarse de lo que pasaba; y medio noqueado como estaba, a Frederick no le fue difícil levantarlo con sus brazos de mecánico y apretujarlo en el baúl.

Alice estaba escandalizada dentro del auto, gritaba, manoteaba, bufaba y preguntaba mil cosas sin que ninguna tuviera sentido. Fred tuvo con mirarla a los ojos para calmarla, encendió la radio del Dodge y arrancó.

A los pocos minutos Alice no sabía ni en qué dirección de su casa estaba. Frederick conducía tan tranquilo como si fuera de paseo por el campo, y por primera vez Alice vió como sacaba de la guantera una cajetilla de cigarrillos nueva, la abría, se llevaba el cigarro a la boca y lo encendía en tres bocanadas.

Sosteniendo el cigarro como si se cubriera la boca con la mano completa, Fred dirigió el auto por un camino sin pavimentar por unos 20 minutos.

Tras apagar el motor, y darse unas últimas bocanadas, Fred lanzó lejos la colilla para luego abrir un stiletto y mover un par de cosas en la cerradura del cinturón de seguridad de Alice. La pobre palideció en cuanto vió la navaja abrirse, pero tras retirarse la cinta de encima de su pecho, abrió la puerta y se paró afuera del auto con los brazos cruzados y las manos sobre sus hombros... Tenía miedo, pero también mucha curiosidad.

Ahora dejando salir un poco de ira, Fred abrió de golpe la cajuela.

- ¡Hijo de P...! - Desesperado el prisionero trató de estamparle un puño en el rostro, pero Fred hizo espacio, lo agarró del brazo y lo haló fuera.

El golpe contra la tierra pronto le pareció poca cosa, pues en cuanto trató de levantarse, Fred lo tomó de los hombros, lo puso en pié, y sosteniéndolo firme con la izquierda conectó tres golpes en su rostro. La naríz le sangraba, veía borroso por un ojo, y sentía que el mundo le daba vueltas... Habría jurado que el cielo tenía un tono purpúreo.

- ¿Ésta es la basura que te hizo daño?

Con la cara dañada como la tenía, miró a Alice tratando de ganarse su piedad. Alice no respondió.

- ¡Dime, mierda! ¿Es este el prepuberto borracho que te tocó?

Pero ella seguía en silencio. Fred lo llevó a sus rodillas y tomándolo del pelo dirigió su rostro hacia el de su amor.

- Alice... mi cielo... ¿Es él quien se propasó contigo aunque bien sabía que no querías? ¿Es él quien te violó?

Y con esas palabras, su mirada cambió. En vez de los brillantes ojos que adornaban su pecosa carita, el semblante se oscureció y la crueldad se transmitió a través de ella.

- Sí... Él fue... Él me hizo daño.

Las palabras fueron magia. Fred lo levantó de nuevo por los hombros, y tras un rodillaso que hizo traquear sus costillas, lo aventó por el aire.

- A...lice... Por favor... - Mascuyó el hombre en cuanto pudo tomar aire, pero Fred estaba pronto a su lado, y un segundo después, Alice colgada de su brazo miraba hacia abajo con una tímida sonrisa.

- ¿Qué quieres que haga con él, cariño?

En sus ojos, tendido sobre el pasto, el terror era visible incluso a través de la sangre. Pronto intentó decir algo, pero un puntapié al costado lo silenció en un aullido.

- Quiero... - Murmuró Alice, y pronto una risa macabra y amplia se pintó en su linda carita - Quiero que lo golpees hasta que no pueda moverse más.

Aunque subió sus manos tratando de detenerlo, Fred lo pisoteó como si fuera una inmensa cucaracha hasta que no pudo protegerse más con sus brazos, fué entonces cuando lo levantó de nuevo, lo golpeó al vientre como si fuera un saco de boxeo, le dió unos cuantos puños más en la cara, y lo terminó con un par de rodillazos más en los costados. Cayó simplemente desplomado. Frederick lo pateó entonces hasta que no pudo mantenerse más en posición fetal. Un débil llanto se oyó venir como debajo de la tierra, y Alice lo movió con el pié hasta tenderlo boca abajo.

Entonces el recuerdo se apoderó de ella... El no poder respirar con la cara hundida entre la cojinería, la piel sudorosa, el aliento etílico sobre su mejilla, las manos desesperadas... El recuerdo se acumuló de tal manera que un susurro pasó por sus oídos, y Alice escuchó.

- Fred... Dame la navaja.

Fred dió un paso al frente, escupió en la nuca de lo que quedaba de hombre, y le entregó el acero a su querida. Alice se sentó en su espalda, la abrió con calma, y preguntó a su oído.

- ¿Es cierto lo que le dijiste a tus amigotes? ¿Te pareció que gemí como una perra? ¿AH?

Él lloriqueó más fuerte, negando con la cabeza. Fue entonces cuando Alice le hundió el rostro contra la tierra, levantó la navaja, y la clavó hasta el mango haciendo que se le arqueara la espalda y le temblaran los pies al medio hombre.

Por un momento, Alice se sintió extraña... como si asimilara la sensación de hundir el acero en la carne, como recordando el agudo gemido, el movimiento de su víctima... el lloriqueo que se desvanecía. Y de un instante a otro sacó la hoja y repitió el movimiento frenéticamente. Su rostro era un dual rictus de ira y felicidad, y si la locura tuviera cara, sería esa su imagen.

Alice lo apuñaló, y apuñaló, y apuñaló hasta que el cuerpo estaba inerte, y a través de la camiseta del equipo y el buso de deportista se colaba la sangre que teñía el pasto. Mientras lo hacía recordaba como él tambien hundió su cara contra el sofá, presionando su cuerpecito, hundiendo una daga en sus entrañas sin escatimar fuerza, hambre ni crueldad...

No se detuvo hasta la navaja encajó en algo dentro del cadaver, y su meñique se resbaló hacia la hoja tajándole la carne.

Alice se levantó como en un trance... Fred corrió al verla sostener su manita, y con ternura envolvió su dedito y luego su mano con la pañoleta que guardaba en el bolsillo de la chaqueta. Los dos se miraron, y sin tener que decir nada, se lanzaron uno encima del otro en un beso que parecía comerles la piel.

Las prendas fueron cayendo camino al auto, y sobre el asiento inclinado del copiloto, los asesinos se amaron como caníbales.



(Por favor escúchame)

Al joven lo reportaron desaparecido la mañana siguiente, Lo distante y frío de su núcleo familiar hizo que ni padres ni hermana notaran su ausencia hasta que el sol de elevó y los planos zapatos de baloncesto no chirriaron escaleras abajo para devorarse un par de pop tarts con huevos revueltos; el menú con el que desayunaba desde muy pequeño.

Aunque legalmente se requirieran 48 horas de desaparecido, lo pequeño y tranquilo del pueblo puso casi a todo el pie de fuerza sobre esta búsqueda, pero 4 días despues el sitio perdido de Fred seguía custodiando el cadaver. Estaba pudriéndose ya, lo habian mordisqeado zorros y ratas, pero todavía ningún agente se ponía el sombrero sobre el pecho para rezar y darle un adiós en paz.

No hay mucho que decir de los días que siguieron. Ellos no notaron el cambio, pero a su alrededor para nadie era un secreto que ya no eran los mismos.

Alice llegaba tarde a su casa, a duras penas escuchando los reclamos de su madre. Se encerraba por horas en su cuarto, jugaba con la navaja, la pasaba por encima de su piel imaginando como se sentiría al romper la piel, recordando como se sintió cuando su carne lo abrazó, sus ojos se cerraron abriéndose al otro lado, y su aliento fue robado por la noche que cobra el amor con sangre.

Fred dedicaba poco tiempo ahora a la mecánica. Sus ahorros se fueron en flores, chocolates, gasolina, detalles simples y un par de armas de fuego. Su ausente hermano por primera vez le preguntó si estaba bien, a lo que Frederick respondió con la sonrisa más sincera que nunca había estado mejor, pero que tenía mucho qué hacer.

Frederick pasaba a recojerla cada tarde a las 3 en punto, Alice corría afuera de su casa azotando la puerta, subía al auto, lo besaba con una imborrable sonrisa y los dos dejaban que el vértigo del motor halándolos hacia adelante subiera el beso hasta las nubes.

En los siguientes días los dos perfeccionaron su manera de matar. La ira momentánea se transformó en odio al arquetipo del Jock, y Alice se convirtió en carnada. Entablaba conversación con ellos, les daba una cita en algún lugar, donde los hacía subir al auto y los conducía a algún lugar apartado. En cuanto llegaban les pedía que sacaran una canasta con comida que había en la cajuela, y lo que recibian era una pistola apuntándoles a la frente en cuanto la abrian.

Su manera de actuar se fue refinando poco a poco. Alice comenzó a cubrirles la cabeza con una bolsa de tela para evitar que hicieran ruido, pero Fred no permitía que les atara las manos ni que les dejara la bolsa por mucho rato. Le gustaba darle a aquel gran deportista la oportunidad de defenderse. Primero un buen golpe al vientre para que no pudieran gritar, y luego pasar a la simpleza destructiva de golpear por golpear hasta que dejaran de defenderse. " Cávate un hueco, perdedor..." escupirles la nuca, y dejar que la pequeña Alice se salpicara su ropa bonita con sangre aún tibia. ¿Como desencadenaba tanta ira en un amor tan agresivo e íntimo? A veces cuando alguien se convierte en tu mundo, te llenan las ansias de que nada más lo sea. Es apenas normal querer destruir todo lo que te amenaza. Es apenas justo aferrarte a la tabla que te mantiene a flote.

Los desaparecidos empezaron a armar un archivo en la comisaría de Leavenworth. 7 deportistas de secundarias y universidades no habían regresado a sus casas luego de un viernes o sábado de salir con sus amigos, y la policía todavía trabajaba en un perfil del asesino en serie con base en los tres cadáveres que habían recuperado.

Escribió el médico forense en su informe cuando recibió el tercer cadaver.

"Los occisos, todos deportistas pertenecientes a escuelas secundarias o universidades del estado, y entre los 17 y 23 años de edad, presentan múltiples heridas contundentes en rostro, brazos y torso, consistentes con una fuerte golpiza. Considero que el asesinato tomó dos etapas dado que presenta hematomas y equimosis en antebrazos y nudillos, lo que indica que tomó parte una pelea a mano limpia. Sin embargo todas las heridas de arma blanca se presentan en la espalda, y el patrón de sangrado es consistente con el hecho de que todas las víctimas fueron encontradas tendidas boca abajo.
En la nuca de cada uno de los jóvenes se encuentra saliva, remito muestras a análisis genético."

¿Y qué puede amenazar lo que se entrelaza? ¿Qué rompe lo que hila el destino y teje el amor? La tijera que corta lo que crean dos hechos uno, solamente el individuo deseando ser lo único en la mesa.

Una noche cálida, bochornosa, Frederick sentía que tenía en la garganta un nudo, una sensación volatil, ácida, desagradable. Como cuando se siente que se desea escupirse a si mismo, lanzarse por el aire y estrellarse contra el suelo.

Alice paseaba por los pasillos de Legends, contoneándose cual señuelo a una distancia prudente de la verdadera trampa. Fred iba al menos 15 metros detrás buscando a la próxima presa.

Era demasiado obvio, demasiado fácil. Como siempre. Los seis ojos se fijaron al centro imaginario de su deseable trasero, aminoraron su paso y se quedaron mirándola hasta que la distancia fue mucha. Fred apretó la navaja en su bolsillo como queriendo decirle que hoy comería bien.

Un mensaje de texto se coló en la pantalla del celular de Alice, y mientras Fred se iba al auto y se ponía cómodo en el asiento del conductor mientras esperaba su turno, Alice descomplicadamente dió media vuelta y se dirigió hacia ellos.


(Escúchame, melómano)

Frederick encendió la radio y sacó un cigarrillo. Estaba tan seguro de sus procedimientos que no siquiera sentía un poco de miedo de que saliera mal. Terminó su rubio y se hundió en el asiento a soñar despierto, parte recordando el terror de la guerra en Irak, parte pensando en su niña soñadora... parte soñando con su niña, parte recordando el aburrimiento que sufrían por meses en la caja de arena sin disparar una sola ronda. Qué ridículo le había parecido siempre que llamaran Veterano a alguien solamente por haber sobrevivido a una guerra.
Soñó con una casa perdida en el bosque, un caballo que cargaba leña y un largo camino a un hogar de aromas dulces y amables. Soñó con tres hijos que corrían a recibirlo y una dulce mujer a la que tomaba entre sus brazos y la cubría de besos queriendo nunca perder el camino a casa. Fred respiraba lento oliendo aires oníricos hasta que la puerta del copiloto se abrió y Alice se sentó cruzada de brazos, como si quisiera abandonarse.

- ¿Donde está? - Preguntó sobresaltado - ¿Por qué no me texteaste para esconderme en la cajuela?
- Yo... No podíamos matar a este...
- ¡¿Como no podíamos?! - Espetó contrariado, casi ofendido - ¡Él era uno de ellos!
- No... Este no... -Alice se tomó un momento para organizar sus ideas, luego continuó - Siempre vamos por el líder, y eso hice... y él se comportó como un auténtico patán hasta que lo atraje en solitario... En cuanto perdió de vista a sus amigotes me miró serio y me dijo que lo sentía, que tenía una reputación que mantener, pero que tenía novia y le era fiel. - "No pienses mal de mi... yo ya lo hago lo suficiente", recordó Ella.
- ¡Alice! Pero él era un patán... un perro, un niñito consentido... ¡Era otro para el matadero!
- No Freddie... Este era diferente... Y ya no se si debimos matarlos a todos... - Suspiró - Quiero detenerme. Quiero irme lejos... Quiero volver a Montreal.
- Entonces... ¿Me vas a dejar? ¡¿Me vas a dej-
- ¡No! ¡Nunca!... Deberíamos ir juntos.
- Alice, mi cielo. Todavía tenemos mucho que hacer aquí, hay mucho que limpiar para que nadie vuelva a sentir lo que sentimos nosotros
- ¿Y qué vamos a hacer? ¿Matar a cada jugador de Kansas? ¿De Estados Unidos? ¿O solo del centro? No mi amor... Ya hicimos suficiente. Escúchame...

Pero él no escuchó. Se sentía un paladín. Se sentía un cazador. Se sentía un héroe.

Se sentía un hombre.


Y desde ahí las cosas se fueron en picada.

"Las desapariciones y los tres cuerpos encontrados sugieren que el Sudes es un hombre con complexión física privilegiada y con conocimientos de combate. Dado el perfil militar de Leavenworth, uno de los pueblos cercanos a los escenarios donde se han encontrado los cuerpos, considero altamente probable que se trate de un veterano de guerra.
Su comportamiento indica un trauma relacionado con los deportistas, que lo lleva a intentar borrarlos del mundo con actos violentos. Considero que al enfrentarlos a mano limpia se prueba a si mismo contra aquello que antes lo rebajó, minimizando la humanidad de la víctima con la firma de escupir a su espalda cuando caen. El diseño de la hoja no permite saber con exactitud si quien apuñala es alguien fuerte, pero sospecho que una persona los lincha mientras otra los apuñala.

Si se trata de un solo sospechoso, tengo dudas sobre como consigue secuestrar a sus víctimas, pero dado que la mayoría fueron abducidas en parqueaderos de Malls locales en horas de la noche, es probable que sea un lobo solitario.

De ir acompañado considero que la segunda Sudes es una mujer. Los acompañantes de Harvey Rilke recuerdan vagamente a una jóven acercándose a su amigo. Adjunto descripción.
Éste perfil tendría completo sentido en la violencia con la que se desempeñan los crímenes dada la necesidad de complacerse el uno al otro enzarzándose en abusos que satisfagan a su pareja.

El asesino es definitivamente nativo. Nada sugiere que retenga a sus víctimas ni que se tome más de unas horas con ellas, y que hasta el momento solo se hayan encontrado tres cuerpos indica que conoce el área mejor que la policía local."

Pero los investigadores quedaron de repente congelados sobre la investigación. Pasó una semana, dos, y así se fueron acumulando hasta que contaron cinco meses sin una sola desaparición. Se llegó a creer que el asesino había muerto, lo habían reasignado al frente, o dada la teoría de una pareja se hablaba de una ruptura. Y tenían la razón.


(Escúchame)

El motor del Challenger rugía azotando las interestatales, Fred hundía el pedal tan hondo como deseaba hundirse el acero que llevaba entre el panatalón y la piel que hace meses no recibía una caricia. Se perdía por días vagando por todo Estados Unidos. Deteniéndose en moteluchos y durmiendo poco. Su sueño de recorrer el país libre ya no valía nada. Odiaba dormir, y había desarrollado el ademán de dispararse en la cabeza con la mano simulando una pistola cada que los recuerdos lo asediaban. Tenía en él un extraño efecto de calma.

Alice mientras tanto miraba por la ventana esperando ver el auto, aunque se sorprendía soñando más con que llegara de nuevo en su bicicleta. Ella lo sabía. Entendía que todo lo que él hizo fue un intento de complacerla, así mirándolo con calma no tuviera sentido; pero no podía evitar amarlo más como niño que como escudo.

Y cuando los dos estaban al borde de la violenta irracionalidad, y Fred estaba a punto de hacer más sobrio su ademán desesperanzado, las noticias de las 7 colaron por sus oídos

The jock killer strikes again (El asesino de jugadores ataca de nuevo)

El titular clavó sus ojos en la pantalla. Un nuevo cadaver golpeado, con huesos rotos, y la espalda llenita de puñaladas hasta dejar la chaqueta en girones.

Inmediatamente tomó su celular y llamó a Alice, ella contestó, pero en silencio.

- ...
- Cariño....
- ...
- Pumpkin...
- ... - Suspiro
- Alice...! Pequeña... ¿Tú mataste a Omar?
- Sí... lo recordé... recordé como él te hizo daño en la secundaria. Recordé cuando me contaste del escupitajo en la nuca... No te preocupes cielo. Lo hice por tí.
- Cielo... No te muevas. Ya voy por tí
- ¿Donde estás?
- En Iowa... pero no te preocupes. Aunque estuviera en Fallujah, volvería a casa. Volvería a tí.

Y fue lo mejor que Frederick pudo hacer. No durmió, no fumó, no se detuvo hasta frenar en seco
frente a la casa de su novia.

Alice salió corriendo con una maleta mediana con tan mala suerte que dejó sobre su cama su Laptop. Lo besó sin aliento, con el corazón apretado entre las costillas, lanzó su maleta a la cajuela llena de fantasmas, entró al auto, y se abandonó en un beso que sintió como si esa mañana hubieran tenido que quemar todos los diccionarios del mundo para redefinir la palabra "Beso".

Fred encendió el auto, corrió hasta su casa, empacó apenas lo necesario, vació sus ahorros, tomó su pistola y su escopeta, y los dos volaron sobre el asfalto hacia la interestatal 70.

Pero las cosas no serían fáciles. La madre de Alice denunció su desaparición antes de notar que faltaba una maleta, y la policía no tardó en encontrar en la Laptop. Un par de días después la policía logró acceder a las conversaciones de los dos enamorados. The jock killer sí era una pareja. y ahora sabían quienes eran.

Alice y Fred ya habían cruzado la Interestatal 70 completa hasta conectar con la 29, y desde ahí literalmente era solo ir hacia arriba. Ya habían cruzado Nebraska y ahora rodaban sobre Dakota del Sur. Se detenían solo por lo necesario, se turnaban para conducir, y más que hablar se miraban, se acariciaban... y si no fuera insólito pensarlo, hasta se podría decir que soñaban juntos viendo al fondo, en el horizonte, una pequeña casita en Montreal, hijos, y arrugas bien ganadas con sonrisas y comidas en familia.

Corrían, pero no escapaban. Corrían como corre quien sonríe. Hasta que escucharon en la radio con completa claridad su sentencia.

Sonaron sus nombres, describieron sus rostros, el modelo del auto, el color y hasta hablaron de su destino. Era lo único errado. Entonces los dos supieron que habían encontrado sus noches de conversación, y agradecieron al destino por haber hablado alguna vez de irse a vivir a Virginia, a una casita en la costa, en uno de esos pueblos conservadores donde todo es perfecto.

Fred hizo que Alice se detuviera, tomó el volante, y condujo cuidadosamente hasta que encontró lo que buscaba. Un auto parado en la carretera. Se bajó con tranquilidad, mostrándose como un buen ciudadano preocupado por un conductor en problemas, pero la respuesta de "no es nada amigo... solo libero el tanque" se vió cortada a medias por una bala al pulmón, y otra que le cerró los ojos justo sobre la oreja.

Fred tomó las placas, las cambió a su auto, luego tomó la camioneta, montó el cadaver, y condujo pastizales adentro hasta donde creyó prudente.

No volvieron a tomar rutas principales, Fred se las ingenió para cambiarle el color al auto, pero decidió no deshacerse de él. Algo muy tonto en su cabeza le decía que tomar un auto en la carretera lo haría más identificable. Pero era simple romanticismo y amor al auto en el que tanto había soñado despierto.

Ya había pasado una semana completa desde la mañana en la que escucharon la noticia. Se encontraban en Dakota del Norte, apenas a un par de horas de la frontera, y disfrutaban a las dos de la mañana tal vez del último desayuno americano que comerían en sus vidas. Los Hot cakes rebosaban jarabe, y el jugo de naranja recién exprimido les dibujaba desde la naríz el paisaje de un desayuno en la cama en un par de inviernos.

Fue Alice la que notó la chaqueta de cuero, el casco en la mano y las Ray Ban anchas sobre el bigote. Fred tenía la boca repleta de masa y jarabe cuando Ella le hizo bajar la cabeza de un golpe. Sin terminar el plato, sin pagar, sin decir lo más absoluto, los dos se escabulleron fuera y subieron al auto. El policía, alertado por la atenta camarera, los alcanzó rápidamente y golpeteó la ventana del auto. Fred la bajó maldiciendo su suerte, mientras Alice miraba hacia otro lado.

- Señor. ¿Sabe usted que salieron del comedor sin pagar? - Esa costumbre tan peliculesca de los policías de preguntar lo obvio
- Lo sentimos oficial - Escupió nervioso Fred mientras buscaba su billetera y le entregaba al oficial 50 dólares - Disculpe dárselos a usted pero vamos apurados. ¿Podría entregarlos usted?

El oficial comenzó un sermón cuando su mirada pasó un segundo por la billetera que se cerraba y leyó el nombre de su dueño. Mientras concluía su perorata su mente conectó rostro con nombre, nombre con caso y caso con muertos, y llevando su mano a la cintura desenfundó.

¡BANG!

Alice jaló el gatillo, la bala cruzó el cuello y el acelerador se hundió hasta meterse en el motor. Empleados y comenzales salieron corriendo a socorrer al policía, y con sus últimas palabras dijo lo que había visto.

De ese momento en adelante el velocímetro estuvo por encima del límite legal hasta en las curvas, y sabiendo que era más importante el tiempo que el espacio en ese momento, se dirigió de nuevo a la 29 y le sacó al auto tanta velocidad como pudo, rezando junto a Alice que el tiro lo hubiera matado antes de que tocara el suelo. Ella simplemente tenía su mano sobre la de él, no hablaban, compartían la angustia, el miedo, pero sobre todo la esperanza.

Las llantas del Dodge Challenger chirriaron contra el tenso asfalto, la negra línea estirada a través de Estados Unidos dejaba ver en lo oscuro de la noche el control fronterizo canadiense que interrumpía su camino a la libertad.

Alice puso su manita sobre el puño que agarraba fuerte la palanca de cambios, se miraron por un segundo, y en los ojos del otro encontraron la fuerza para sobrellevar lo que fuera.

El auto rugía empujándose sobre el asfalto a 95 mph, cuando de repente se encendió en la oscuridad una sirena, luego otra, otra y otra hasta que la vía se veía bloqueada por una decena de autos de la policía.

Pero no tenían miedo. Estaban juntos, y sabían que ni la muerte podría separarlos.

Fred aceleró, y el plomo comenzó a llover.



* * *


(Disfruta del final)

- ¡Despierta papá! - gruñía la niña de tres años sobre los pesados edredones de invierno estirando las mejillas de su padre. Aperezado, con los ojos casi unidos, Frederick despertó, y sin pensarlo tomó a su hija y cruelmente la atrapó entre sus brazos mientras le hacía cosquillas. La risa atrajo a su hijo mayor, y pronto la única que faltaba era Alice.

Papá quiso levantarse, pero su hijita no lo dejó explicándole con seriedad que mamá preparaba un desayuno de cama. Así que se quedó jugando con los rizos del cabello de su muñeca mientras su hijo de 5 recostaba la cabeza sobre su pecho y escuchaba su pesado corazón.

Pronto Mamá subió con una gran bandeja, y todos bien arropados comenzaron a comer mientras el fondo, sin mucho protagonismo, las noticias hablaban de las heladas.

- Freddie, mi amor... ¿Como te sientes?
- Dichoso... Felíz. Y asustado
- ¿Asustado? ¿De qué?
- De que todo esto sea un sueño...





Temo que mi felicidad sea un sueño




(Escúchame, yo inspiré este cuento)

When someday comes
We'll figure it out
But until that day
I'll be back on the run

And one by one
They're bringin' us together
All the bodies are gone
And we can run forever

Baby, baby, you can drive me crazy
But the flatfoots got us
And he's hot on our heels

So put the pedal to the metal
Your hands on the wheels

Forget about tomorrow
You know it's my heart you'll steal
Unless they're gaining
Gotta keep our eyes on the road
They'll never catch me

Hey now,
What about the world
Gonna make it alone
Don't you think it's funny
How the tables are turned
Hey now,
Bury me alive
And I'll make it back home
You know I'll always make it
I'll make it back home to you

Well I'm bitter to the bone
Now that you're all that I got
And we'll be going straight to hell
If we ever get caught

Man it ain't so bad
All that we've done
You know they all deserved it
And now we're out here alone

Baby, baby, you know I drive you crazy
But we can't stop now
We can't make it that way

You got your head in a spin
Your talk is all cheap

Stick this out
And you know it's my heart you'll keep
Unless they're gaining
Gotta keep our eyes on the road
They'll never catch me

Hey now,
What about the world
Gonna make it alone
Don't you think it's funny
How the tables are turned
Hey now,
Bury me alive
And I'll make it back home
You know I'll always make it
I'll make it back home to you

You know I'm all that you got babe
Ain't no sunshine pretty human darling
And you know without me you're lost babe
So c'mon
Come with me now

Hey now,
What about the world
Gonna make it alone
Don't you think it's funny
How the tables are turned
Hey now,
Bury me alive
And I'll make it back home
You know I'll always make it
I'll make it back home to you
Home to you

lunes, 13 de junio de 2011

Walk on by...


jueves, 9 de junio de 2011

Xhelazz - Solo son vidas



Si hay algo que amo del Hip Hop es cuando es capaz de sobrecargarme de imágenes, ficciones, realidades y sensaciones...

Maestros de las letras hay pocos, porque ser un maestro de las letras requiere tener los ojos y el corazón abiertos de par en par

domingo, 5 de junio de 2011

La caída del Caballero


Escúchame, hijo mío, para que los errores de la historia no se repliquen en tí, y rompas la caída cíclica que yo y los que estuvimos antes de tí te legamos.

El origen del caballero, del guerrero montado a grupa de corcel, se remonta a las batallas entre Ingleses y Sajones alrededor del año 1066, pero el ideario del mismo se pierde en las tradiciones de la antiguedad,

Es necesario distinguir entre caballlero como guerrero y como hombre de virtudes, no porque no puedan convivir los dos en la misma alma, sino porque sus momentos no suelen ser los mismos.

Tall vez por haber visto Inglaterra su comienzo histórico, la lengua anglo-sajona distingue al guerrero como Knight, y al hombre como Gentleman.

Gerreros fuimos, cierto. Pero no es a la guerra que le debemos nuestra esencia. El arte de la guerra, por más glorioso y justo que se haga, es deshumanizante; y muchas veces los caballeros más honrosos han sido guerreros que purgan sus fantasmas en el buen trato y la virtud.

Gentleman, hombre gentil, son las palabras que deben brillar en tu cabeza cuando escuches la palabra
caballero.

Antaño, en tiempos crueles nos dedicábamos a la espada. Y en tiempos mansos la dejábamos alta en el mural o sobre el estandarte, y buscábamos sosiego para los terrores que vimos en nombre de lo que es bueno.

Y es ahí donde conocimos la virtud, la belleza y el fuego eterno que encendía el corazón y lo mantenía puro. La mujer.

No te confundas, hijo mío, porque la maldad alcanza sus más altos picos en las pieles más suaves, pero así mismo lo más tierno, puro e inocente que puede haber en estas tierras sin dioses son ellas. Está en tí saber distinguirlas.

Fue en la mujer donde los caballeros encontramos la debilidad, y has de entender hijo mío que el día que se acaben las damiselas, los caballeros habremos de extinguirnos. Guerrero podrá ser cualquiera que tome un arma.

Ser caballero se transmitió de padre a hijo, y con el pasar del tiempo la espada adornó la sala evocando viejos tiempos, la lanza se dejó al lado de la puerta, y el caballo no galopó más en campos de sinople y gules. Pero con el mismo orgullo compusimos canciones, escribimos poemas, gobernamos pueblos; y más que nada hicimos familias. Hermosas y buenas familias.

¿Qué generó nuestra caída? Solo un caballero puede herir a un caballero.
Alimentados por los mitos que las gentes tejieron en nuestra aura, el orgullo nos llevó a creernos más que nuestras damiselas, nuestras familias y nuestras virtudes. No fue necesaria la lanza para desangrar el corazón del caballero.

Abrir una puerta o pagar la cuenta no bastan para hacerte uno.

Es por eso, pequeño, que hoy te entrego lo que me entregó mi padre esperando que en mí cesara la caída del mal orgullo y la falsedad.


Sé justo y habla con la verdad. Nunca dejes que el orgullo se te suba a la cabeza, ni que la cabeza se pose por encima de tu corazón.
No le des la espalda a tus sentimientos, la hombría no está en aplastar lo que sientes si no en avivarlo al favor de la bondad.
Recuerda que la virtud eleva a los hombres, y no es mejor el del pecho más ancho. Un corazón grande se llena con poco.
Protege a tu mujer y a tu familia con tu vida, sin miedo alguno. Muere por una causa o un pueblo si es menester, pero recuerda que cada vida que tomes será un hogar que perderá el calor y la paz.
No odies, porque mientras más viejo sea el odio, menos sentido tendrá y más se alimentará de la ignorancia.
No vayas por la vida buscando problemas, pero tampoco huyas del conflicto ni temas responder en la pelea. Un caballero es un hombre que es bueno hasta que llega el momento de no serlo.
No maltrates a nadie. El corazón del hombre cruel se agria con su propia hiel.
Y por encima de todo; nunca hagas de nada más importante que tu esposa y tus hijos. El mundo perderá su bondad el día que la familia muera.

Tal vez nuestra salvación esté en nuestra misma perdición. Pero mientras haya una mujer que valga la sangre y el alma, y nuestra esencia lata en el corazón de un hombre, habrá esperanza para nosotros.

No cometas los errores de tu padre y tus ancestros... De nada servirá que te arrepientas como yo.
En tu lecho de muerte.


Vive bajo estas leyes, enséñalas a tus hijos, muere en paz.



martes, 3 de mayo de 2011

Buena Suerte




Sunrise by Noobs

No voy a romperme los dedos en el teclado escribiendo una dedicatoria venenosa. Me enseñaste a no guardar rencor, y no puedo tirar a la basura lo bueno que me has dejado.

No quiero pensar en coincidencias, ni hacer trabajo de inteligencia en mi memoria conectando palabras para tratar de armar en un rompecabezas una realidad que seguramente me va a quemar los ojos...

Ni pienso extenderme más de lo necesario.

Muchas gracias, porque en tus tiempos fuiste mi vida y mi sol. Y mi pluma dio a lúz ríos de vida para tí, y te dediqué las canciones que no pude componer, y peleé por tí en todo campo que encontré. Porque te dí mil apodos al no encontrar soslayo en llamarte por un nombre (No cabías en un par de palabras).

Disculpa por las promesas que no mantuve. Disculpa porque conozco mis errores y no voy a echarles con una pala la tierra que pueda sacar de los tuyos.

No voy a echar a una tumba recuerdos, canciones ni fotos.

No voy a quemar noches.

No voy a masacrar un futuro que tanta paz me ha dado.


Simplemente te voy a decir adiós, te voy a desear buena suerte; y voy a mirar a mi horizonte a esperar a que amanezca

sábado, 9 de abril de 2011

Lo justo y Necesario. Parte 6. Salomé/Antropofagia


(Por favor escúchame mientras lees)

Los motores rugieron y corrimos como locos, el fantasma de las puñaladas y los golpes nos escudriñaba la conciencia sin piedad alguna, y la simple sensación de no estar ni solos ni seguros se compartía en un silencio incómodo que se rompió cuando Steffan se percató, histérico, de que yo tenía sangre corriéndome por el hombro.

Llegamos pronto, no habia tráfico (¡JA!), y en cuanto el auto se detuvo todos en él se agolparon para sacarme y auxiliarme. Pero yo ni entendía ni sentía la herida, no la recordaba... Y ahí perdí la consciencia.



* * *

Desperté de mi sopor envuelto en sábanas ensangrentadas. Me dolía a punzadas la carne entre el cuello y el hombro, y al palparme sentí una almohadilla de gaza adherida sobre la herida que luego vería bien. Era un corte, menos de un centímetro de hondo, las suturas picaban, y desupurarla dolía como mil demonios. Irónico, cuando ni sentí la hoja morder.

Pero eso no fue lo que me sacó de mí. Más por cuidado a una herida que no conocía, me giré con suavidad para levantarme por el lado derecho, y al hacerlo una sombra de cabello negro sobre bata blanca se meneó suavemente frente a mí, de espaldas. Ella estaba sentada frente a un escritorio que daba a la pared, y sus caderas dibujaban una suaves curvas, tanto que creerías no verlas. Se daban arítmicamente, y si no fuera por un espejo de mano que levantó para mirarse en detalle, nunca habría entendido por qué.

Ella se miraba al espejo para limpiarse la sangre de la cara y relamerse los dedos.

- . . . -

Extrañado, me quedé en silencio, observándola, viendo como desaparecía mi mancha de su carita pulida y sus dedos delgados como lápices. El metal brillaba sobre su labio inferior. Al final volteó tan rápido que por poco no cerré los ojos y me hice el dormido a tiempo. Simplemente se levantó y se fué, dejando en el aire un perfume a hierro, cítrico y flores, cortando el silencio con el sonido de sus botas dando "clap, clap" al pulido piso de la enfermería.



(Por favor escúchame mientras lees)

Salomé Salinas nació en una bonita familia, su papá era dueño de una gran empresa de útiles escolares, y su mamá era la comunicadora de SOFASA. El dinero nunca le faltó, pero definitivamente la sobra del verde no la hizo llenar el medio corazón que ya tenía negro de envidia.

Los animales eran su pasión, algo que primero fue alimentado por su mamá, teniendo gatitos de pequeña, y enseñándole a conducir un caballo con la fiereza de una amazona. Su infancia la convirtió en una mimada que tuvo que dejar de serlo a medio camino porque apareció una hermanita que le robó todo lo que creyó suyo.

A los 9 años, Salomé tenía un caballo propio en su finca, un mayordomo que lo cuidaba hasta el último detalle que mandara, un salón de clases que la envidiaba, clases extracurriculares de francés, teatro y kumon, una hermanita de 5 años y 2/3 de papá junto entre sus dos padres.

A los 14 tenía tres caballos, dos perros, el último Mac, un año de adelanto en el colegio, un viaje a europa, una hermanita de 9 en la mejor expresión de la 'edad del moco', una excesiva necesidad de atención alimentada por la preadolescencia y una cuenta en Bancolombia a la que mensualmente le entraban $700.000 que ella gastaba como le diera la gana. Sus papás ya ni iban a verla ganar torneo tras torneo de equitación.

A los 19, su mamá odiaba los animales, incluído su propio gato, su hermanita se probaba el closet entero de Salomé mientras mami le tomaba fotos que ella subía a su FB (con más carne que tela, aunque sus 14 años no temrinaban de afirmarla, pero que servía bien para calentar prepúberes precoces como ella), un papá muerto por alto colesterol, un padrastro tan cariñoso como podía serlo un abogado, La mejor cámara de fotografía, la ropa más hecha a la medida de cuanto diseñador goth le atraía, cursaba dos carreras universitarias brillantes en notas y mediocres en prospecto de felicidad, un inmenso cuarto aparte de la casa que parecía intencionalmente separado de los pasillos que llevaban a las otras habitaciones, un millón mensual como pago por el cariño ausente, su propia Mitsubishi Nativa y la finca a su completa disposición como paraíso para descansar de su mundo.

Entonces qué evitó que tomara su monstruosa 4x4 y se largara a su finca? Camila, sus 14 años, su falta de tolerancia al campo más que al resto de lugares que no fueran Mc Donnald's, una discoteca para menores, un mall o su casa; y un lazo de sangre. No se hubiera convertido mami en otro monstruo, y Cami seguiría en su casa imaginando que afuera todo seguía igual.


* * *

Salí de la enfermería, cosa que se volvería costumbre para mí, pero Salomé ya no estaba a la vista. El "Clap" de sus botas ya no se oía, y había perdido el rastro de su aroma.

Durante esos días todavía vivíamos enclaustrados en la biblioteca, amontonando los sofás y durmiendo en grupo con guardias consantes que miraban a través de los ventanales. Pero nadie afuera sabía que había gente en la U, y las rejas parecían detener bien a los zombies que aparecían esporádicamente a golpetearse confundidos contra la maya. Supusimos que no la veían, así como las moscas no ven el vidrio.

Entré a la biblioteca apenas comenzando a sentir la tensión de la carne que quería volver a abrirse, subí por las escaleras al segundo piso sin digitar ninguna cédula ni poner mi TIP en el lector, y encontré a todo el mundo sentado regodeándose del combate de hace unas horas, reseñando sus armas, sus golpes y sus habilidades. En cuanto me vió, Rino levantó la voz.

- !Hey! ¿Que casi te hacen una traqueotomía? - JAJAJAJAJA, rieron a coro. Yo todavía no los conocía bien a todos, pero la simple cercanía durante la batalla, y el saber que ellos me cuidaban la espalda, era suficiente para reírme de vuelta.

Los números parecía haber crecido en cuestión de unos cuantos. En especial mujeres. Ellas iban llegando cada vez en más número, viendo un poco más calmado todo afuera, y muchas de ellas avisadas por compañeros o conocidos suyos de que la U era un lugar seguro. Su presencia seriamente levantaba la moral de la recua así como los hacía más competitivos. Hacia animales íbamos igual antes de que todo se fuera a la mierda, así que no había mucha diferencia.

Rino molestaba de a pocos mientras echaba indirectas a una rubia muy linda, Steffan platicaba con otra con desesperado interés, Helder se sentaba en un borde de un sofá a mirar sus negativos horrendos, y Carlos miraba con calma a todos y a ninguno. Cada vez con más control sobre las cosas.


(Por favor escúchame mientras lees)

Hati llegó de la nada, andando en silencio con su bastón en la mano, cubierto con el poncho, y con la media sonrisa de calma que siempre llevaba. Nunca entendíamos como lo hacía, pero podía pasar por la ciudad a pié sin tener encontrones con las bestias. Más adelante incluso llegó a meterse a la catedral y a la SkinHold.

- ¿Te viniste caminando todo esto? Cuanto te tomó?
- Unas horas - Me respondió - Me detuve a ver algo que me pareció de lo más interesante.

Lo que escuchamos esa tarde nos heló la sangre como nada lo había hecho hasta el momento. El mundo definitivamente se estaba volteando, y como privilegiados que éramos, temimos.

Hati decidió ir más hacia el sur, siguiendo el ruido de motores de los carros de los SHARP, hasta que se detuvieron en la autopista cerca al Puente de Guayaquil. Los Skinheads sacaron a un par de heridos que llevaban para tratarlos de emergencia, desgarrándose las camisetas para hacer vendajes y torniquetes, y amontonados en una rueda sobre sus heridos en medio del pánico de no querer perder un amigo, no los vieron llegar.

Eran sucios, silenciosos, rápidos, y se comportaban como si la calle fuera su propiedad.

De entre la chaqueta raída, acomodado en el pantalón amarrado con cabuya y la camiseta varias tallas más ancha, un indigente sacó una navaja y la clavó en uno de los calvos, el grito de dolor alertó a los otros, que en vano desenfundaron lo que tenían, pero parecían pelear con el aire.

Tres mandaron golpes y puñaladas contra el gamín, sin tocarlo, mientras el recién herido se recostaba contra el sedan blanco manchando la pintura con su sangre. Pero en cuestión de nada el solitario mendigo estaba respaldado por otra decena que salieron de la nada, armados con tubos, palos, piedras y cuchillos; junto con otros 15 que bajaron de los edificios opuestos al río y de los callejones de la zona industrial y que hicieron retroceder a los Skins hacia sus vehículos de nuevo.

Cuatro indigentes se abalanzaron blandiendo puñal hacia los heridos, amenazando a los sanos, y de un movimiento agarraron sus pies y comenzaron a arrastrarlos hacia el río. Con fiereza, uno de los mastodontes trató de recuperarlos y derribar a los ladrones a manotazos, pero una piedra le dió con singular precisión en la frente, y un indigente corrió hacia él con una varilla afilada. Apenas tuvo tiempo de plantarle una patada en el pecho para alejarlo y subirse al carro. Los neumaticos chirriaron dejando marcas en el asfalto, y los calvos se perdieron por la autopista hacia el sur dejando atrás los insultos y los gritos de victoria desafinados y metálicos.

Los gamines, dejando de lado completamente la mendicidad, levantaron en grupo los dos cuerpos y los llevaron cargados a uno de los puentes con calle bajo ellos, donde tenían amontonadas cosas que habían ido recolectando, y tirándolos al suelo, con poca sangre y consciencia como estaban, les sostuvieron manos, piernas y cabeza, y los trataron como res en carnicería.

Amordazados como estaban, los gritos se escucharon poco. Igual no había nadie que fuera a ayudarlos en esto

Sí... Los sucios separaron su carne, comiendo cada uno un poco. Tomaron las víceras y las pusieron sobre un hueco en el pasto tapado con ramas delgadas. Más tarde ese olor atrajo un par de bestias, atrapando una en la trampa, mientras otra huía despavorida a todo lo que podía cuando cinco gamines corrieron detrás para atraparla. La desesperación o la falta de coordinación la llevaron a la canalización del Río Medellín, y rodando por las paredes cayó a las aguas putrefactas, llevándosela lejos al olvido.

Ellos simplemente volvieron, golpearon al animal hasta que lo pudieron sacar inmovil de la trampa, lo ataron a un poste, y disfrutaron de carne más fresca.

Todos quedamos helados, estáticos, boquiabiertos... Y en el sepulcral silencio entrecortado nuestra agitada respiración, vi a Salomé sonriendo con el final de la historia mientras jugueteaba con un cuchillo sobre sus dedos.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Lo Justo y Necesario. Parte 5. Sociedad en el caos


(Por favor, escúchame mientras lees)

Desperté de un sueño pesado, la herida en mi espalda sangraba menos, pero seguía manchando con su tinta la firma de ese crucificado, ese hombre que había hecho de su vida una cruzada, y de nosotros la morisca. Un día lo voy a traer a la fuerza, a sacarlo de su sacra fortaleza, y a clavarlo de una cruz en la fuente del "Hombre creador de Energía"...

El mareo no se hizo esperar. Ya era suficiente sangre perdida, tiempo de ir con Sergio.

Salí de mi habitación dando una corta mirada a los árboles que apuntaban hacia la muerta autopista, tomé solo el machete y caminé a la vieja enfermería. El cielo pintaba gris, pero ya casi nunca llovía.

La ciudad ya no lo era. Todo lo que la hacía urbe de medio pelo, ahora no existía. Para bien y para mal.

El silencio era tanto natural como sepulcral. Un motor podría oirse a dos o tres kilómetros, y un balazo al triple.; y tus pensamientos nunca te dejaban tranquilo. El valle se hizo una celda donde todo parecía saberse.

* * *

"De las armas no hay, en el campo, que alejarse un paso; nunca se sabe por esos caminos cuándo hará falta la lanza."

Gracias, viejo gauta.

* * *

Sergio era un hombre que compensaba con su cortísima altura el mal genio, la negatividad y el pereque de tres doctores. Sus manos eran ágiles, estables, siempre dispuestas. Justo como él no era.

"Matasanos" le decíamos, y siempre tenía algo malo que decir de lo que fuera.

" - Necesito un grupo de 7 hombres para que salgan a recolectar. La zona alta de Belén todavía está virgen, y estamos faltos de recursos de segunda línea - Decía Carlos.

- Agh, pero afuera siempre están las bestias, los calvos, los sucios... ¿Por qué hay que salir?

-Porque si no conseguimos baterías, herramientas y gasolina. Como va la cosa nos van a matar a todos.

- Ah... Cierto.... No se olviden de traerme medicinas, toallas, vacunas, complementos vitamínicos, y cositas pa' los antojos de las gestantes. Muchas ya van por puntos críticos."

Eso si. Para pedir estaba solo.


"Hola", Dijo. Pero en sus palabras oí esquirlado "¿Otra ves vos? ¿No estás harto de que te apuñalen? dejá de hacerte el héroe"... Mientras mi subconsciente me sermoneaba con su voz, él sacó sus líquidos favoritos, sus mejores agujas y sus guantes de latex, y me hizo sentir lo que Martina no puede con dos horas de tatuaje.

- Viejo. ¿Qué has sabido de afuera?
- El mismo infierno. Ya toca hacer revisiones minuciosas, buscar tiendas de barrio, abrir casas, romper todo... Esta ciudad ya está consumida. Ahora los afortunados vamos a chupar.

Es que esta ciudad perdió su autosuficiencia en su afán de desarrollo, los campos, las quebradas, el río, los cerros. Todo se cubrió de ladrillo, cemento y mierda, y todas las necesidades de esta Comala, de esta olla infernal, las suplieron los pueblos tras las montañas y las Empresas públicas de Medellín.

La guerra no tardó en explotar.

Las primeras dos semanas sobrevivimos son mayores percances. La electricidad tardó tiempo en desaparecer, así que manteníamos encendidas solo las luces necesarias y las neveras de los puestos de comida para preservar los pocos alimentos. Las costumbres fueron duras de romper: Comer a deshoras lo que se antojara, bañarse a diario, ver películas y escuchar música todo el día... Mano dura fue necesaria para reprimir tantos consentidos, tantos acomodados... Pero nadie podía cuestionar la necesidad de represión.

Pronto la necesidad de comida y recursos conformó el eje de nuestra chueca sociedad. El pillaje. La primera opción fue la plaza minorista. Estaba cerca, pero había que ver qué habían dejado los muertos.

La primera salida a la minorista fué un éxito. Los muertos se habían vuelto lentos y sosos como en las películas, y fue tan simple pasarlos a machete que volvimos con siete carros llenos de comida. La dicha fue tal que hasta una fiesta hubo, y no tardamos en tomar confianza y comenzar un plan de saqueos.

Lo primero fueron los mercados. Comida, implementos de aseo personal. Luego fueron las herramientas, las armas y la ropa. Por último estaba todo lo demás que pudiera necesitarse.

Pero no estábamos solos.

El viaje en cuestión se hizo en tres carros. Éramos diecisiete, recuerdo que en ese viaje estuvimos Rino, Mala, Carlos, Steff, Helder, Hati y yo. ¿Por qué? Simple. Habían armas de por medio.

De Hati contaré luego como llegó a nosotros. Pero te digo que es un hombre enigmático, callado y que nunca parece triste. Nunca llevaba armadura, solo andaba con una vieja chaqueta militar, un poncho osucrecido por la tierra y los años, y un palo que le llegaba al pecho. El hombre sabía moverse como si nada pudiera tocarlo.

Por protección contra las bestias, varios íbamos con el uniforme del ESMAD encima. Los escudos hacían mucho bulto, pero las corazas parecieron buena idea en su momento.

Lo primero fue entrar a la 4° Brigada. Pero no había una sola bala que sacar... Encontramos explosivos, uniformes, equipos, morrales... pero ni un fusil, ni una pistola; y menos una bala.

Confundidos, enviamos de vuelta los carros cargados con todo, y los catorce restantes encaminamos a las tiendas militares del área. No nos íbamos a ir con las manos vacías.



(Por favor, escúchame mientras lees)

Entramos a la primera, a dos cuadras del Estadio subiendo por Colombia. Eran tres pisos de cuchillos, manoplas, cuerda, uniformes en insignias. Todos parecíamos niños pequeños en una ducería, y cargados hasta los dientes en acero, fuimos saliendo con todo lo que podíamos cargar.

Segunda tienda, Saqueada. Tercera tienda. Saqueada.

Pero al entrar a la cuarta, una desagradable sorpresa reventó el globito de niño que llevábamos todos.

Nuestra algarabía era tal que no escuchamos la de los calvos dentro de la tienda.... Ahí estaban. Al menos treinta Skinheads probándose manoplas, cuchillos y macanas... Nuestras miradas se cruzaron, y el silencio se apoderó. Todos estábamos congelados, atentos, asustados...

Uno de ellos se adelantó hacia nosotros, era de estatra media y llevaba un buso cuello de tortuga verde con cierre, jeans entubados de bota corta, y botascafes de charol. Su cabeza relucía como una hoja de acero. Carlos lo frenteó a medio camino.

- ¿Quienes son ustedes?
- Gente... -Dijo Carlos con sorna - Gente...
- Ah, pero vos traes TU gente a MI territorio. ¿No ves que todo esto es nuestro?
-Pues yo no veo nombres en los muros... ni en los hierros - Los dos se examinaron de arriba a abajo - ¿Como te llamas?
- Nano... Y somos de la Skin Medellin... Ahora soltate mis latas o te las voy a quitar de las manos muertas...
- ¿De las qué? - Preguntó Carlos sabiendo bien como reaccionaría.

"Nano" Dió un paso hacia él, clavándole el dedo en el pecho mientras le escupía en la cara "de tus putas ma..."

Carlos se le adelantó. Antes de que acabara ya tenía un taser en el cuello. Un corrientazo y el Skin yacía en el suelo soltando babaza por la boca.

En un segundo todo fué un campo de batalla. Los machetes se desenfundaron, las navajas se abrieron, "Click", los tambos se extendieron y los gritos ahogaron el aire.

Los calvos cargaron, eran fuertes como toros, pero las armaduras del ESMAD hacían maravillas. Con el segundo golpe que habrían necesitado para incapacitarnos, ya recibían el golpe en la sien, la rula en el cuello o la lata en el vientre.

Mi hoja encontró una mano que volaba hacia mi amenazando con un cuchillo de cacería, para luego partirlo de la clavícula hacia adentro. Inmediatamente después, el impacto de una navaja que no pasaba la espalda de la armadura me hizo girar como un rayo. La larga hoja se alojó en la cara, y el hombre cayó desplomado como ropa al suelo. Mi corazón latía a mil, sintiendo como si la herida me la hubiera llevado yo...

Pero la suerte no nos acompañó a todos, y por falta de armaduras, uno recibió de frente, espasmódico, una mariposa que bailaba entre manos mientras la mole lo levantaba del piso. No logró sacársela al cadaver a tiempo, y Hati le partió la nuca de un golpe con su bastón sin siquiera una mueca de disgusto.
El segundo, estrellado contra un muro, recibió tres golpes en el cráneo antes de esquivarle un machetazo a Mala. La escena se repitió con inverosimilitud en mi cabeza al ver la velocidad a la que se movía. Con brutal precisión, el calvo de orejas amplias y ojos perezosos esquivó un tajo de ricardo, y le descargó su puño tras el pómulo izquierdo. El CRACK del hueso quebrándose bajo la manopla hizo que todos voltearan por un segundo. No se le hubiera clavado el machete a Clara en la pared y el pobre estaría regando el piso de rojo.

Viéndose en desventaja, dos mastodontes nos barrieron al mejor estilo rugby mientras tres se llevaban cargado a su lider. El resto diguió ejemplo y corrió como almas que lleva el diablo. No había pasado un minuto, y ya teníamos siete muertos en el local. Dos nuestros, cinco de ellos.

El pobre beta... Daniel se llamaba... y sangraba por el cráneo como un grifo abierto. Steffan corrió a ayudarlo, pero Carlos lo detuvo sin un ápice de remordimiento.

- De esta no se recupera - Y sin pensarlo le dió una descarga en el pecho para "dormirlo". Luego sacó su cuchillo nuevo, abrió la cajita, la hizo a un lado, undió el botón que propulsó la hoja afuera y se lo clavó en la carótida. Un chorro rojo le bañó el pecho.

- Fue un buen guerrero. Fue un legionario. Ricardito también lo fue - Dijo señalando la mariposa clavada entre las costillas - pero no hay nada qué hacer por ellos. Esta tierra ya no es santa. Aquí nadie descansa... Sepultados en los buches de esas bestias.

Nadie dijo nada... Steffan no podía creer lo que veía. La ira lo consumía...

No tardamos en correr a terminar de saquear el área, todo se fué con nosotros, los autos iban repletos, Aprovechamos bien tres asientos vacíos. Dos muertos y Hati, que dijo que no nos preocupáramos. Que si había llegado solo la primera vez, lo haría de nuevo.

Corrimos a casa con el corazón en la tráquea... Cuanta sangre... Y tan poco remordimiento por nuestros muertos.

sábado, 19 de marzo de 2011

Y yo que mierdas sé de como poner un título....

Son las 12:34, un trueno se estira sacudiendo el aire por varios segundo, y la lluvia cae tan gélida que siento el frío aún dentro de mi pequeña habitación.

El azar elije una canción... y una vieja promesa, una serenata que nunca canté se me cuela por los poros y le da impulso al mecanismo lacrimógeno que se atrofió cuando entendí que con mi mamá a kilómetros de distancia y mi papá a millas náuticas en sus pensamientos, no había más que arreglármelas solo.

Afuera llueve con la parsimonia y el dejo del que respira con decepción. Sé que las gotas estan tan frías que al primer contacto mi piel se resentiría con escozor. Las luces en la calle están encendidas, pero a través de mi ventana predomina el negro.

Hoy me duele el alma más que ayer, como si el golpe me hubiera disparado la adrenalina, como si ayer hubiera bebido amargo licor, embriagante pero ponzoñoso, y apenas hoy sintiera la resaca, el golpe, el suelo.

Quisiera salir a caminar en la lluvia y diluirme bajo las gotas.

Hoy te extraño más que ayer... y por primera vez en mi vida siento que hordas de muertos acabando con todo no mejorarían mi vida, simplemente porque no quiero desaparecerte.

Siento, en los momentos más inverosímiles, más comunes, más caseros, como me entra una aguda necesidad de dejar caer lágrimas para limpiarme; pero no estoy muy seguro qué llave tengo que abrir dentro de mí para que mis ojos entiendan que los prefiero empañados a que me mantengan mirando a un horizonte que no está interrumpido por tí.

Otro apagado trueno barre hacia el valle, y yo sueño con dormir...

viernes, 18 de marzo de 2011

Back to Blues


Yo soy el lobo que olvidó que sus colmillos, blancos y gélidos, están montados sobre suaves y sonrosadas encías que se resienten con la más sincera caricia.

Soy la harmónica que solo encanta cuando siente que por dentro el mundo se le hace abismo.

Y de nuevo me llevo la madera y el metal a la boca, trago saliva, vieja y nueva...


...Y me entrego al blues.

Mi banda Sonora


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