martes, 28 de abril de 2009

No tiene precio / No vale nada


Siempre es lindo darte cuenta que es en los peores momentos en los que fluyen las mejores ideas.

A veces me han salido buenas cosas cuando apenas me estoy durmiendo, cuando mi cuerpo se desvanece en las sábanas mientras mi cabeza divaga y analiza... supongo que tiene que ver con que parece desconectarse de la carne, y puede darle su atención a otras cosas.

Pero... ¿En un carro camino a la zarzuela sin nada encima para escribir?

Parece creer que es un chiste.

Era simplemente esto... La comparación entre esas cosas que no tienen precio, con las que no valen nada

Es como ver ese inmaculado deseo que te genera alguien, comparado con la atracción plana de una mujer publicitariamente semidesnuda

Darte cuenta que si hay música en tonalidades mayores que puede moverte el alma gravemente (Que extraño que sea de Bach... ¿No?)

Exhalar una profunda improvisación en medio de un ensayo y darte cuenta de que no solo respiras aire, y escuchar en el taxi en el que montas los instrumentos algo tan horrendo que te hace dudar de la palabra "Música"

Saber que alguien te adora con sinceridad, aunque no deba, cuando muchos te esconden que no se aguantan tu presencia

Descansar en el pecho que palpita por ti, y no sumirte sudorosamente en un bulto de silicona

El recuerdo descarnado que deja una canción y no el vacío con olor a plástico reencauchado de otra

Reaccionar a los ataques de dos o tres al mismo nivel que un héroe de películas, y sacarlos a todos del camino; entendiendo lo ocurrido (Si es que se lo llega a entender) unos minutos despues, y no ver a un monigote bailar matando en la irrealidad de una pantalla

Ver lo hondo y lo cercano de la ciudad, en todo su esplendor Igoresco, no en su belleza de postal

Repetido y todo... Perderme en la magnificencia de Bach o ahogarme en la mediocridad de Johnny Rivera. Lo mismo que encontrarme primitivamente en el sonido de una flauta de sobretonos y un tambor o desdentarme devorando rimas y rimas y rimas bien enlazadas, despertar mi corazón y revolver mi pelo en un frenético y masacrante Metal, El tango más melancólico o el Blues más abandonado, el gutural más desgarrado, iracundo, lamentante y aferrado o el canto más dulce, enamorado, añorante y puro... de esas ganas de bailar sin saber hacerlo bien

Leer tanta sabiduría en el Havamal, en las eddas, en las sagas... en los cuentos cotidianos, para encontrarme con tanta falacia y tanta basura en las noticias con las que almuerza tanto Colombia y tan poco colombiano

Probar una cerveza fría despues de horas y horas de trote, palazos y quejas enrazadas con risotadas y gritos, y ver a tantos atragantándose inconscientes... hasta la inconsciencia, con el licor por su valor anestésico, no su poder espirituoso

Mover tu cuerpo desde el centro y entender esa unión de cuerpo y espíritu, y saber que tantos se atrofian el cuerpo en teclados, pantallas y controles

Maravillarme con las intrincadas estructuras de cualquier ser vivo, viendo con cuanta facilidad se desprecia la vida no humana

Deslumbrarme con la ingeniería, el valor estético, cultural y de nobleza de un arma, ser tratado como alguien violento por dicha afición, y ver aún así como recuren tantos a lo incivilizado para re-solver problemas

Romperme la cabeza asimilando pronunciaciones de idiomas que apenas conozco, y leerle por messenger 15 errores ortográficos, sintácticos y de buen gusto en una frase (Oh, si el español pudiera defenderse...)

Identificarme tanto con las culturas antiguas, entendiendo que la actual está catalizada en su decadencia

Volver un día en mi mismo y sobrecogerme ante la densidad de lo que siento, y no poder expresarlo por la distancia.

Hmmm (Suspiro)

Esas cosas... Esas cosas que no tiene precio... esas que no valen nada...

Que fortuna la mía que me cuesta diez veces más encontrar una de las primeras que alguna de las últimamente tantas.

¿Cuales son las tuyas?

jueves, 23 de abril de 2009

La modernización. Ente Congelante


Este es un ensayo escrito para Historia II, basado en la lectura de dos textos sobre la modernidad, la modernización y los procesos contrarios a lo que plantea.



* * *


Karl Marx, en el manifiesto comunista, argumenta que “La época de la burguesía se caracteriza y se distingue de las demás por el constante y agitado desplazamiento de a producción, por la conmoción ininterrumpida de todas las relaciones sociales, por una inquietud y una dinámica incesantes… todo lo que se creía permanente y perenne se esfuma, lo santo es profanado y, al fin, el hombre se ve constreñido por la fuerza de las cosas al contemplar con mirada fría su vida y sus relaciones con los demás”.

Esta actitud alienada, fría en sus estructuras, es una constante característica de las sociedades modernas, que va acrecentándose de forma directamente proporcional según el nivel de desarrollo de dicha sociedad. A nivel individual y familiar, se da más protagonismo a la educación como medio de superación, al éxito laboral, la especialización y la competencia

M Berman precisa tres fases en la historia de la modernidad:

1· Del s.XVI hasta finales del s.XVIII, cuando comienza a experimentarse la vida moderna, sin la conciencia de estar en dicha época

2· La Revolución Francesa (1789, abarcando desde ahí todo el siglo XIX. Por a formación de un “Publico moderno”, y la sensación de vivir en una época revolucionaria, políticamente, en el arte, la filosofía, y la organización social. De este momento en adelante nacen las ideas de modernidad y modernismo.

3· Siglo XX, etapa en la que la modernización y la cultura del modernismo invaden al mundo. La sociedad apunta a una vanguardia, (a veces propia, determinada por diferentes grupos sociales, políticos o económicos. Se fragmenta en subculturas internas, que se enlazan o se separan según sus intereses.

Esta época se caracteriza por una población visiblemente heterogénea, que se contradice en su planteamiento al encontrarse de frente con la necesidad de una correspondencia entre individuo y sociedad… ¿Como podemos poner a tantas subculturas, muchas opuestas, a apuntar a un mismo ideal?

No hay nada que tengan en común. No hay nada realmente en lo que todos puedan enfocarse, remando hacia el mismo norte, al compás del mismo tambor. Y esto hace que dichos subgrupos se aíslen en sus espacios físicos, políticos, en sus costumbres y actividades, mermando el contacto con los otros grupos, tanto por cultura como por edad. Se generan abismos generacionales y de intereses que no encuentran la necesidad de superación.

La competitividad en la que nos sumimos, la necesidad de privacidad cada vez mayor y la poca importancia que se da a la estructura familiar y a las asociaciones de comunidades pequeñas, como los barrios, colegios, agremiaciones religiosas o con un transfondo de herencia en común tiende, en conjunto, a cerrar los canales utilizados para ligarse con la comunidad, acrecentando esto con la conformidad que nos genera encontrarnos con una aceptación ideológica en la subcultura urbana y/o grupo generacional en el que nos encontramos (A veces más empática que en nuestras familias).

Aunque no se comparta directamente la idea arcaica de una figura única que ordene (literalmente) todo, la falta de este objeto superior permite al hombre, como individuo, ponerse a si mismo como este sujeto, para su vida y tal vez para la de otros. Permite la existencia de muchos líderes que mandan en sus vidas, o si mucho en sus comunidades, pero que no se encuentran en necesidad de competir o combatir (lo hagan o no) por los espacios de otro grupo. Cada uno se permite a si mismo ser su todo. Dejando de lado todo lo demás, a todos los demás si es posible y necesario.

La idea de democracia bajo la que se vive, la Libertad, igualdad y fraternidad que nos hereda la revolución francesa, dejan el espacio abierto para una autogestión que permite una libertad solo cohibida por un ente estatal, por unas leyes escritas bajo la idea de agrupar un conjunto de personas bajo un mismo símbolo, un mismo ideal y un mismo objetivo, pero la posibilidad de cambiar dichas normas es la que da esa sensación (en parte falsa) de autocracia, de la gestión de leyes propias que pueden carecer de coherencia frente a las leyes ya planteadas.

Esa sensación de revolución, de cambio, de perpetua novedad. Esa posibilidad de adquirir tecnología, ayudas que facilitan los procesos de la vida y de dejar más tiempo libre, pero que a su vez rompen esa relación comunitaria.

El no tener que saludar a un panadero y recibir de su mano el trigo procesado, que ya no se amasa por carne si no por metal, y que se obtiene envuelto en una bolsa plástica fabricada por otra máquina, no tener la necesidad de cocinar para una comunidad, los siempre abiertos canales comunicativos, variados, dirigidos a públicos específicos, segregacionistas desde el principio, la posibilidad de acceder a conocimientos específicos a través de pantallas en segundos, administrados por otras personas con los mismos intereses, pero sin el contacto necesario de un mentor, dejando al que enseña y al que aprende a la misma altura, refuerza la ya arraigada creencia de ser individuales, de poder vivir sin más que el contacto apenas necesario. Después de todo, ¿Quién creería que, si quien hace sus quehaceres es una máquina, está recibiendo ayuda de alguien?

Todos estos elementos, soportados en un sistema capitalista en el que todo debe plantearse como negocio, bajo parámetros de flexibilidad, competitividad, reconversión, rentabilidad y relación entre gastos y ganancias, hace que la vida se plantee en lo efectiva que es. Se es inútil si no se estudia, si no se trabaja. Se es exitoso si puede darse lujos, si se hace de objetos que le restan ocupaciones, si puede dedicarse a un ocio que pocas veces se hace productivo. Si puede ganar mucho, vivir con éxito y dedicarse a no hacer nada.

La relación real es inútil-exitoso, no inútil-útil. La modernización requiere que los productos se hagan más técnicos, requiere una industrialización pero no una edificación del conocimiento social. La modernización, como movimiento, da protagonismo a la máquina efectiva, a la ciencia, negando de alguna forma la necesidad de ciencias sociales, de filosofía, de análisis de discurso y recuentos humanos. Lo estrictamente necesario permite al individuo pensar que no votar, no tomar posición política o no expresar su opinión carece de importancia.

Permite de alguna forma, olvidar todo lo que la modernidad pudo enseñarnos.

La modernización es una contradicción a la modernidad, pues carece de la necesidad de un transfondo filosófico entregado a la razón, autorregulada, que da espacio al individuo pero que se sostiene en una colectividad, en una igualdad.

Es un error, para un ser humano, darle protagonismo a una creación suya carente de parte social.

“-- Y sin embargo, también los antiguos soñaron con poder crear tecnología, piensa si no en Dédalo (…)

--Ya, y previeron su resultado, Ícaro se acerca demasiado al sol y cae al vacío (…) “

Afirma Valerio Massimo Manfredi en su libro “Akropolis”, sobre la cultura griega.

No podría afirmar que así estaba previsto por culturas antiguas, pero en la voz ancestral de los abuelos se escucha esa frase cortante: “Ya no es como antes”. Cortante a los ligamentos de una sociedad, al reconocimiento de sus transfondos, a la entrega a los otros. Cortante como frío acero.

La modernización se da, al dejar de lado la modernidad, como un ente que congela la relación social y filosófica de las sociedades.

sábado, 11 de abril de 2009

Marioneta. Parte 9. Locuras

(Lo siento, subir imágenes me está dando problemas últimamente, las adjuntaré a la historia luego. Buen provecho)

Sus ojos me amarraron más fuerte de lo que sus brazos pudieron hundirme en el suave piso, como cayendo a traves de una nuve de algodón dulce.

Esos ojos... Si... esos ojos verde y chocolate respectivamente. Me sentía estúpida y maravillada ahora que sabía que tenía dicromía ocular.

-- ¿Por que tan seria, cariño?

Y las risas se derramaron de mi lengua a su cuello, abrazando su pecho, asiéndome a él en l caida libre, soñando despierta con chistes malos, tragaespadas, contorsionistas y exhibiciones cirsenses.

Mis tentaculares dedos extendidos sin fuerza pero con prisa, con risa y pasión, arañando su pecho, cavando, escudriñando por su corazón tras la armadura de huesos (Que poco sabía que esa iba a ser una búsqueda eterna en mi vida. Su corazón).

Sus ansias desbordantes se abrieron paso entre mis argumentos, en una afiebrada discusión donde, aunque los dos usábamos el mismo argumento y deseábamos la misma tesis, discutíamos a manotazos, agarrones y caricias. Y con su lengua articulándose sin piedad contra mis defensas se deshilachaba mi cordura en la tierna imagen de la niña que guardé siempre vendada dentro de mi pecho.

Era aquella persona que disfrutaba sin represión de los colores del atardecer con una taza de café imaginaria sentada en el marco de la ventana, la que salía a caminar por las calles de la ciudad escuchando palabra por palabra las voces que se iban y venían en la multitud, armando diálogos, monoloquios incoherente, subyacentes bajo el asfalto y por encima del resonante cableado.
La niñita, científica loca de teorías sin soporte, tan hermosas y tan inocentes. La que nunca temió lanzarse encima de un chico que le gustaba, o destrozar a la desgraciada que insultara a la luna al decile a modo de burla que vivía en ella.
Descalza, caminando siempre, llevada por nadie, libre en su cabeza, y por ende, en la de todos.

Libre en su cuerpo, y con sus razones, liberando al resto.

Libre de ataduras lógicas, de cordura, de ética, de voces mayores que la cohibieran.

Como Lilith, la primera bruja, la loca para quien el paraiso era poca cosa, ¿Que miedo tendría a un fantasma que ordenaba pero nada hacía? Poca cosa era aquel para ella. Poca cosa la autoridad en las manos de un lunático viajero del color chillón, la parafernalia, el circo y la sangre.

Sus locuras se entrelazaron sin pausas, sin dudas, sin miedos y sin respuestas... Hasta la noche de sus sueños. Cuando Harleen despertó antes, asustada, y con el cuidado posible salió de la celda y corrió a su oficina.

viernes, 3 de abril de 2009

Marioneta. Parte 8. Dosis

Ya ni recordaba como llegó al hospital... sentía que llevaba desde que despertó ahí, en su escritorio, dándole vueltas a la carpeta sin entender una palabra. La verdad es que no decía nada... cifras de muertos, de daños en millones, de dígitos ajenos a él.

Recogiéndose el pelo en una cola, entretuvo sus dientes en una frenética sesión de mordidas a la desdichada goma del lapiz... Un tic nervioso que nunca pudo superar.

¿Que sabía de él? Nada en realidad... no sabía nada... A duras penas sabía que sus ojos eran profundos, y que no pudo catalogar su color. Era algo que tendría que averiguar hoy.

El brutalmente destajado y ruñido borrador sufría aún las consecuencias de sus ansias, deseos que se apoderaban de su imaginación. Harleen recibió de nuevo esos corrientazos que le pasaban por la espina justo antes de comenzar a perderse...

“No puedo, simplemente no puedo recaer” Se repetía a forma de “Mantra”, dándole vueltas a la habitación, buscando entre tanta bruma el faro de su cordura.

Sin darse cuenta terminó parada frente al espejo, mirando a esa tontuela de bata de laboratorio y pelo recogido del otro lado... Hablándose a ella mientras deseaba preguntarle a él.


-- Hombre loco, ¿Que enfermedad tiene..? o mas bien ¿Que no tiene...?

Estirándose la boca a ambos lados, haciendo muecas y entornando los ojos, pintándose con labial líneas en las mejillasy abriendo su colonia para perderse en el olor, trataba de imitar la cicatrizada sonrisa del payaso que tanto atraía sus ojos. Paseando la lengua tan lejos como podía aventurarse hacia afuera, resoplando y mordiéndose los labios, besando apasionadamente al vidrio para luego gruñirle y mirarlo de reojo... ¿Todo eso para que?

Para que el reflejo, sin aviso, le guiñe el ojo de vuelta.

--¡AAAAAAAAAAAAAGGGGGGGGGGH!-- Le gritó en respuesta

-- ¡Eso no se hace! *Escueta señalando al reflejo, que con sonrisa de niñita que se acaba de salir con la suya juega con sus manos.

“Definitivamente esto cada vez funciona menos” murmuró para si, pensando en sus pastillas, en su cordura, en la negación de esa condición que en definitiva no deseaba enfrenta más.

*Toc Toc Toc”

Retumbó la puerta en tres golpes secos, pero al salir nadie la esperaba... todo volaba frente a sus ojos como si alguien hubiera subido a drede la velocidad del filme.

-Señorita Quinzel, Necesita algo?- -Eehh. ¿Tengo citas hoy?- La respuesta es si. Y las cicatrices no dejan de inquietarla. / Se sienta en su silla y da vueltas hasta que endémicamente en definitiva su mente mentolada deja de-tra-ba-jar debidaMente. Anhelando no negarse que ahora se niega poder pensar que ese loco podría estar sonriéndole con esas marcas en sus mejillas, saltando por la habitación y revolcándo su cabello, revolcandose, revolcándola, revolcando en plural gutural la toda oficina, la vida suya, la noche en vela negra con aroma a canela y vodka.

NO PODIA DARLE MAS ESPACIO A NADA...

Y levantándose como resorte tomó su identificación y unos chocolates que metió en su bolsillo aparatosamente, regándolos en el camino a su puerta. Pasó de largo por la secretaria que buscaba su atención para darle los mensajes de su jefe, los horarios de sus citas y el reporte del clima en el sótano. Tomó el camino más corto sin saberlo, franqueando pasillos, puertas y escalones que no recordaba, pero algo le decía hacia donde caminar hasta llegar a esa puerta que tanto le negaba.

Números en su lugar, huella en el vidrio, y la puerta se abrió, el Guasón la miró como si no la esperara, inhalando fuerte para verificar su identidad.

--¿Y sus amigas? --Susurró burlón

-- Mandan a decirte que tomar el te con hombres es aburrido

-- Ay, ¡Pero que pena! -- murmura cínicamente, tomando con el pie un barquito de papel hecho con la envoltura del caramelo, Harleen lo recibe atónita.

-- C... ¿Como te sientes en estos momentos?

-- ¿Yo? De nada... pero cuando llueva necesito que me lo devuelva para escapar en él – Tras una pausa respondió-- Para vivir en una habitación de almohadas. ¡Incómodo como un mono sentado en un cubo de hielo!

-- Pues si quieres te traigo una pareja de cada especie animal – Argumentó con una risita prepotente -- ...No querras embarcarte solo.

-- ¿Animales? No, Gracias, tengo suficiente con esos dos simios de ayer. ¿Usted viviría aquí?

-- ... -- Lo pensó por un momento, imaginándose con marcadores escribiendo el los colchones mientras rebotaba de pared en pared – Hmmm, pues si me permitieran pintarlo como quisiera, es muy probable que si.

(...)

Las paredes se vinieron abajo... en la mente de Harleen. Aquel hombre era ciertamente un catalizador del caos y la locura. Solo diez minutos entre aquellos colchones fue suficiente para que yaciera sobre un de ellos, mientras él le hacía cosquillas con sus dientes.

¿Lujuria? ¿Como hablarle a dos niños pequeños de conceptos tan elaborados cuando solo responden a la ancestral necesidad que guardan en sus pechos?

La locura es ciertamente inocente de puertas para adentro, metida bien profundo entre sus carnes y sus pensamientos, fluyendo por las venas que desean salirse de bombear tan fuerte. Es inocente, sin importar la forma en la que el enfermo actúe.

El payaso dibujaba un aro de fuego, y la psiquiatra saltaba a traves de él.

El hombre extendía sus labios, y ella los llenaba con los suyos

El niño lloriqueaba por un dulce, y ella lo atragantaba con los chocolates que había llevado solo para él.

Y sin cesar, contemplaba sus cicatrices, maravillada. ¿Como podían sentarle tan bien dos líneas tan dolorosas y aberrantemente atrapantes?

-- ¿Estás mirando mi sonrisa? -- Preguntó amenazantemente el Guasón, con el mismo tono que habían escuchado por última vez muchos. Pero ella no captó la intención.

-- ¿Y como no mirarla? Es encantadora... -- Respondió con algo de envidia, y sin darse cuenta de que era la primera que no moría tras esa pregunta.

Las femeninas manos se fueron de inmediato a las correas, desabrochándole cada seguro sin importar lo peligroso que se suponía que era. Él era su paciente, y no la dañaría.

Al instante que el último broche cedió, las manos habilmente se liberaron de la prenda y fueron a dar a ella, arrojándola contra el piso con violencia en medio de jadeos frenéticos, cual perro recien liberado de su correa... y la miraba con primitiva hambre...

Y al fondo de sus ojos, el payaso vió su reflejo devolviéndole la mirada, vigilando sus movimientos, guiñándole el ojo aprobatoriamente.



“Prosigue, mi amigo”.

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