(Me disculpo con mis lectores por ocho meses de espera. Y les agradezco sobremanera por seguir leyéndome a pesar de mi inconstancia y mis faltas)
Harley corrió por los pasillos, perdida, absorta en si misma.
Sus pasos retumbaban en su consciencia, acentuando los hechos de la noche que nunca supo si fue de noche porque no sabía hora ni día.
La imagen del ascensor se le coló por la esquina del ojo, y corrió como si un monstruo la siguera. Como Stephen King decía, Los monstruos si existen... solo que viven en nuestro interior; y a veces ganan.
Y tras ella venía uno, una arlequina corría tras ella ondeando un mazo de madera, besos y charada. Una afilada sonrisa de gato Cheshire que le pisaba los talones con la suavidad del amor que desea huir para abandonar al amor insuficiente.
La puerta del ascensor se abrió, y ella saltó adentro sin percatarse de la falta de un piso de fondo.
"PLAS" Era lo que habría deseado oír al cerrar los ojos, pero los abrió sintiéndose Alicia, sintiendo que caía por una madriguera de conejos en la que burbujeaban los pasitos de mil insectos con cara de políticos y justicieros. Donde puertas, relojes, llaves, copas y libros estaban toscamente clavados a las paredes como cuadros; con olor a galletas recien horneadas y leche agria.
El aire jugueteaba con su falda en la más lasciva actitud, y entre las sombras pequeños martillos torturaban yunques piropeándola sin compasión.
Sentía como perdía la inocencia y la culpa, la lógica y la desesperación.
Se sentía como una melodía espiralada en un Hurdy Gurdy, una corriente de aire danzando dentro y fuera de la caña de una flauta, como el temblor de la sordina de una trompeta que canturreaba obcenidades. Saltando entre teclas de piano que la lanzaban como en una mantada y la recibían entre las ligaduras de acordes cada vez más disvariantes.
Deseaba cerrar los ojos, o tal vez ya los tenía cerrados, porque ni cubiéndose su carita con el delantal lograba detener la caida.
Vió al fondo una piscina de animales de felpa, vestidos y panquecitos dulces. Todos mirándola con hambre, de ser usados, de ser mimados, devorados, de ser su mundo, su sueño y su realidad... y...
¡PLAS!
Como habría ocurrido el primer día en su nuevo puesto, se golpeó de lleno contra la puerta de su oficina y tropezó hacia atrás.
Pero no había nadie alrededor. Apenas la luz de la noche que se colaba por los ventanales iluminaba los pasillos del hospital, fría, silenciosa, parca. Resaltándole por la piel la certeza de que había sido solamente la peor alucinación de su vida.
Abrió la puerta de su oficina con el corazón bombeando iracundo, gritándole desde su casita de costillas y carne dulce, y casi desplomándose alcanzó a desplomarse apropiadamente en su sillón de corazón.
Y así de la nada, de entre las sombras y las risas, una sombra y una risa cruzaron el umbral de la puerta.
El páliducho payaso se acercó al mueble, mirándola sin pausa, atándola, hipnotizándola con sus ojos dispares, con sus labios amplaimente cicatrizados, con es murmullo que escuchaba cuando contemplaba su rostro, que no venía de ninguna parte... que no venía si no de la cómplice vocesita interna que se retorcía incitándola a que lo abofeteara y le mordiera el cuello hasta que la mañana los mandara a callar.
Él la acunó en el sofá con todo cariño, cubriéndola con una bata que encontró en el cuarto inutil.
Le preparó un baño caliente con burbujas y archivos triturados, y una fogata en su escritorio.
Hecho esto. Sa despidió con un beso, con su rostro recién pintado con maquillaje prestado, y se largó por la puerta de enfrente.
Y mientras el bufón saludaba a la multitud que le dió la bienvenida al sótano de su vida, a las sombras que en la noche se le hacían tan amigables e inxistentes como esa vez; pasó por la reja con las llaves y caminó por la campiña para perderse en el bosque.
-- No por estar encadenado pierdo mi condición de lobo... ¡Y se los dije, peleles!
* * *
Harley se levantó como cuerda por su casa, se hundió en la tina caliente en la mayor relajación, perdida en la aromaterapia de miel, roble y canela, y se hundió completamente, sintiendo las caricias del agua y el papel hasta que la temperatura menguó la satisfacción.
Entre llamas se vistió, en calma, sin prisa y sin miedos. Solo sonreía recordando a su esposo, quien había salido a trabajar esta mañana y regresaría tarde en la noche.
Todo esto fue hermoso hasta que su mano tocó el picaporte de la puerta principal y el metal le devolvió de mala gana una fuerte quemadura.
Harley contempló, aterrada, su oficina envuelta en llamas... pero sin ella atada y sin el payaso saltando... mucho más trágico de lo que imaginó.
Y en el vidrio de la puerta, un beso rojo plantado como evidencia.
-- Trágame... Tierra
Fué lo único que atinó a decir antes de caer desmallada por el humo.
Entre llamas se vistió, en calma, sin prisa y sin miedos. Solo sonreía recordando a su esposo, quien había salido a trabajar esta mañana y regresaría tarde en la noche.
Todo esto fue hermoso hasta que su mano tocó el picaporte de la puerta principal y el metal le devolvió de mala gana una fuerte quemadura.
Harley contempló, aterrada, su oficina envuelta en llamas... pero sin ella atada y sin el payaso saltando... mucho más trágico de lo que imaginó.
Y en el vidrio de la puerta, un beso rojo plantado como evidencia.
-- Trágame... Tierra
Fué lo único que atinó a decir antes de caer desmallada por el humo.