viernes, 3 de abril de 2009

Marioneta. Parte 8. Dosis

Ya ni recordaba como llegó al hospital... sentía que llevaba desde que despertó ahí, en su escritorio, dándole vueltas a la carpeta sin entender una palabra. La verdad es que no decía nada... cifras de muertos, de daños en millones, de dígitos ajenos a él.

Recogiéndose el pelo en una cola, entretuvo sus dientes en una frenética sesión de mordidas a la desdichada goma del lapiz... Un tic nervioso que nunca pudo superar.

¿Que sabía de él? Nada en realidad... no sabía nada... A duras penas sabía que sus ojos eran profundos, y que no pudo catalogar su color. Era algo que tendría que averiguar hoy.

El brutalmente destajado y ruñido borrador sufría aún las consecuencias de sus ansias, deseos que se apoderaban de su imaginación. Harleen recibió de nuevo esos corrientazos que le pasaban por la espina justo antes de comenzar a perderse...

“No puedo, simplemente no puedo recaer” Se repetía a forma de “Mantra”, dándole vueltas a la habitación, buscando entre tanta bruma el faro de su cordura.

Sin darse cuenta terminó parada frente al espejo, mirando a esa tontuela de bata de laboratorio y pelo recogido del otro lado... Hablándose a ella mientras deseaba preguntarle a él.


-- Hombre loco, ¿Que enfermedad tiene..? o mas bien ¿Que no tiene...?

Estirándose la boca a ambos lados, haciendo muecas y entornando los ojos, pintándose con labial líneas en las mejillasy abriendo su colonia para perderse en el olor, trataba de imitar la cicatrizada sonrisa del payaso que tanto atraía sus ojos. Paseando la lengua tan lejos como podía aventurarse hacia afuera, resoplando y mordiéndose los labios, besando apasionadamente al vidrio para luego gruñirle y mirarlo de reojo... ¿Todo eso para que?

Para que el reflejo, sin aviso, le guiñe el ojo de vuelta.

--¡AAAAAAAAAAAAAGGGGGGGGGGH!-- Le gritó en respuesta

-- ¡Eso no se hace! *Escueta señalando al reflejo, que con sonrisa de niñita que se acaba de salir con la suya juega con sus manos.

“Definitivamente esto cada vez funciona menos” murmuró para si, pensando en sus pastillas, en su cordura, en la negación de esa condición que en definitiva no deseaba enfrenta más.

*Toc Toc Toc”

Retumbó la puerta en tres golpes secos, pero al salir nadie la esperaba... todo volaba frente a sus ojos como si alguien hubiera subido a drede la velocidad del filme.

-Señorita Quinzel, Necesita algo?- -Eehh. ¿Tengo citas hoy?- La respuesta es si. Y las cicatrices no dejan de inquietarla. / Se sienta en su silla y da vueltas hasta que endémicamente en definitiva su mente mentolada deja de-tra-ba-jar debidaMente. Anhelando no negarse que ahora se niega poder pensar que ese loco podría estar sonriéndole con esas marcas en sus mejillas, saltando por la habitación y revolcándo su cabello, revolcandose, revolcándola, revolcando en plural gutural la toda oficina, la vida suya, la noche en vela negra con aroma a canela y vodka.

NO PODIA DARLE MAS ESPACIO A NADA...

Y levantándose como resorte tomó su identificación y unos chocolates que metió en su bolsillo aparatosamente, regándolos en el camino a su puerta. Pasó de largo por la secretaria que buscaba su atención para darle los mensajes de su jefe, los horarios de sus citas y el reporte del clima en el sótano. Tomó el camino más corto sin saberlo, franqueando pasillos, puertas y escalones que no recordaba, pero algo le decía hacia donde caminar hasta llegar a esa puerta que tanto le negaba.

Números en su lugar, huella en el vidrio, y la puerta se abrió, el Guasón la miró como si no la esperara, inhalando fuerte para verificar su identidad.

--¿Y sus amigas? --Susurró burlón

-- Mandan a decirte que tomar el te con hombres es aburrido

-- Ay, ¡Pero que pena! -- murmura cínicamente, tomando con el pie un barquito de papel hecho con la envoltura del caramelo, Harleen lo recibe atónita.

-- C... ¿Como te sientes en estos momentos?

-- ¿Yo? De nada... pero cuando llueva necesito que me lo devuelva para escapar en él – Tras una pausa respondió-- Para vivir en una habitación de almohadas. ¡Incómodo como un mono sentado en un cubo de hielo!

-- Pues si quieres te traigo una pareja de cada especie animal – Argumentó con una risita prepotente -- ...No querras embarcarte solo.

-- ¿Animales? No, Gracias, tengo suficiente con esos dos simios de ayer. ¿Usted viviría aquí?

-- ... -- Lo pensó por un momento, imaginándose con marcadores escribiendo el los colchones mientras rebotaba de pared en pared – Hmmm, pues si me permitieran pintarlo como quisiera, es muy probable que si.

(...)

Las paredes se vinieron abajo... en la mente de Harleen. Aquel hombre era ciertamente un catalizador del caos y la locura. Solo diez minutos entre aquellos colchones fue suficiente para que yaciera sobre un de ellos, mientras él le hacía cosquillas con sus dientes.

¿Lujuria? ¿Como hablarle a dos niños pequeños de conceptos tan elaborados cuando solo responden a la ancestral necesidad que guardan en sus pechos?

La locura es ciertamente inocente de puertas para adentro, metida bien profundo entre sus carnes y sus pensamientos, fluyendo por las venas que desean salirse de bombear tan fuerte. Es inocente, sin importar la forma en la que el enfermo actúe.

El payaso dibujaba un aro de fuego, y la psiquiatra saltaba a traves de él.

El hombre extendía sus labios, y ella los llenaba con los suyos

El niño lloriqueaba por un dulce, y ella lo atragantaba con los chocolates que había llevado solo para él.

Y sin cesar, contemplaba sus cicatrices, maravillada. ¿Como podían sentarle tan bien dos líneas tan dolorosas y aberrantemente atrapantes?

-- ¿Estás mirando mi sonrisa? -- Preguntó amenazantemente el Guasón, con el mismo tono que habían escuchado por última vez muchos. Pero ella no captó la intención.

-- ¿Y como no mirarla? Es encantadora... -- Respondió con algo de envidia, y sin darse cuenta de que era la primera que no moría tras esa pregunta.

Las femeninas manos se fueron de inmediato a las correas, desabrochándole cada seguro sin importar lo peligroso que se suponía que era. Él era su paciente, y no la dañaría.

Al instante que el último broche cedió, las manos habilmente se liberaron de la prenda y fueron a dar a ella, arrojándola contra el piso con violencia en medio de jadeos frenéticos, cual perro recien liberado de su correa... y la miraba con primitiva hambre...

Y al fondo de sus ojos, el payaso vió su reflejo devolviéndole la mirada, vigilando sus movimientos, guiñándole el ojo aprobatoriamente.



“Prosigue, mi amigo”.

4 comentarios:

  1. Wow o_O...

    Tengo hambre, ya regreso...[Se cierran las puertas].

    Lo más maravilloso de leer esto, es que lo entiendo...per-fec-ta-Mente. Oh la locura, es impresionante encontrarse dentro de otro, verdaderamente impresionante.

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  2. y asi fue...
    me gusto mucho, aunque en una parte se hacia algo tediosa de leer pero esta bkna

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  3. Ya se huele el desenlace, se oyen pasos de animal grande. Buen escrito. Queda todavía la duda del narrador, esperemos a ver si la resolvés o la dejás en duda.

    Un saludo.

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  4. wow, que locura!
    ¬¬...

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