Este es un ensayo escrito para Historia II, basado en la lectura de dos textos sobre la modernidad, la modernización y los procesos contrarios a lo que plantea.
* * *
Karl Marx, en el manifiesto comunista, argumenta que “La época de la burguesía se caracteriza y se distingue de las demás por el constante y agitado desplazamiento de a producción, por la conmoción ininterrumpida de todas las relaciones sociales, por una inquietud y una dinámica incesantes… todo lo que se creía permanente y perenne se esfuma, lo santo es profanado y, al fin, el hombre se ve constreñido por la fuerza de las cosas al contemplar con mirada fría su vida y sus relaciones con los demás”.
Esta actitud alienada, fría en sus estructuras, es una constante característica de las sociedades modernas, que va acrecentándose de forma directamente proporcional según el nivel de desarrollo de dicha sociedad. A nivel individual y familiar, se da más protagonismo a la educación como medio de superación, al éxito laboral, la especialización y la competencia
M Berman precisa tres fases en la historia de la modernidad:
1· Del s.XVI hasta finales del s.XVIII, cuando comienza a experimentarse la vida moderna, sin la conciencia de estar en dicha época
2· La Revolución Francesa (1789, abarcando desde ahí todo el siglo XIX. Por a formación de un “Publico moderno”, y la sensación de vivir en una época revolucionaria, políticamente, en el arte, la filosofía, y la organización social. De este momento en adelante nacen las ideas de modernidad y modernismo.
3· Siglo XX, etapa en la que la modernización y la cultura del modernismo invaden al mundo. La sociedad apunta a una vanguardia, (a veces propia, determinada por diferentes grupos sociales, políticos o económicos. Se fragmenta en subculturas internas, que se enlazan o se separan según sus intereses.
Esta época se caracteriza por una población visiblemente heterogénea, que se contradice en su planteamiento al encontrarse de frente con la necesidad de una correspondencia entre individuo y sociedad… ¿Como podemos poner a tantas subculturas, muchas opuestas, a apuntar a un mismo ideal?
No hay nada que tengan en común. No hay nada realmente en lo que todos puedan enfocarse, remando hacia el mismo norte, al compás del mismo tambor. Y esto hace que dichos subgrupos se aíslen en sus espacios físicos, políticos, en sus costumbres y actividades, mermando el contacto con los otros grupos, tanto por cultura como por edad. Se generan abismos generacionales y de intereses que no encuentran la necesidad de superación.
La competitividad en la que nos sumimos, la necesidad de privacidad cada vez mayor y la poca importancia que se da a la estructura familiar y a las asociaciones de comunidades pequeñas, como los barrios, colegios, agremiaciones religiosas o con un transfondo de herencia en común tiende, en conjunto, a cerrar los canales utilizados para ligarse con la comunidad, acrecentando esto con la conformidad que nos genera encontrarnos con una aceptación ideológica en la subcultura urbana y/o grupo generacional en el que nos encontramos (A veces más empática que en nuestras familias).
Aunque no se comparta directamente la idea arcaica de una figura única que ordene (literalmente) todo, la falta de este objeto superior permite al hombre, como individuo, ponerse a si mismo como este sujeto, para su vida y tal vez para la de otros. Permite la existencia de muchos líderes que mandan en sus vidas, o si mucho en sus comunidades, pero que no se encuentran en necesidad de competir o combatir (lo hagan o no) por los espacios de otro grupo. Cada uno se permite a si mismo ser su todo. Dejando de lado todo lo demás, a todos los demás si es posible y necesario.
La idea de democracia bajo la que se vive, la Libertad, igualdad y fraternidad que nos hereda la revolución francesa, dejan el espacio abierto para una autogestión que permite una libertad solo cohibida por un ente estatal, por unas leyes escritas bajo la idea de agrupar un conjunto de personas bajo un mismo símbolo, un mismo ideal y un mismo objetivo, pero la posibilidad de cambiar dichas normas es la que da esa sensación (en parte falsa) de autocracia, de la gestión de leyes propias que pueden carecer de coherencia frente a las leyes ya planteadas.
Esa sensación de revolución, de cambio, de perpetua novedad. Esa posibilidad de adquirir tecnología, ayudas que facilitan los procesos de la vida y de dejar más tiempo libre, pero que a su vez rompen esa relación comunitaria.
El no tener que saludar a un panadero y recibir de su mano el trigo procesado, que ya no se amasa por carne si no por metal, y que se obtiene envuelto en una bolsa plástica fabricada por otra máquina, no tener la necesidad de cocinar para una comunidad, los siempre abiertos canales comunicativos, variados, dirigidos a públicos específicos, segregacionistas desde el principio, la posibilidad de acceder a conocimientos específicos a través de pantallas en segundos, administrados por otras personas con los mismos intereses, pero sin el contacto necesario de un mentor, dejando al que enseña y al que aprende a la misma altura, refuerza la ya arraigada creencia de ser individuales, de poder vivir sin más que el contacto apenas necesario. Después de todo, ¿Quién creería que, si quien hace sus quehaceres es una máquina, está recibiendo ayuda de alguien?
Todos estos elementos, soportados en un sistema capitalista en el que todo debe plantearse como negocio, bajo parámetros de flexibilidad, competitividad, reconversión, rentabilidad y relación entre gastos y ganancias, hace que la vida se plantee en lo efectiva que es. Se es inútil si no se estudia, si no se trabaja. Se es exitoso si puede darse lujos, si se hace de objetos que le restan ocupaciones, si puede dedicarse a un ocio que pocas veces se hace productivo. Si puede ganar mucho, vivir con éxito y dedicarse a no hacer nada.
La relación real es inútil-exitoso, no inútil-útil. La modernización requiere que los productos se hagan más técnicos, requiere una industrialización pero no una edificación del conocimiento social. La modernización, como movimiento, da protagonismo a la máquina efectiva, a la ciencia, negando de alguna forma la necesidad de ciencias sociales, de filosofía, de análisis de discurso y recuentos humanos. Lo estrictamente necesario permite al individuo pensar que no votar, no tomar posición política o no expresar su opinión carece de importancia.
Permite de alguna forma, olvidar todo lo que la modernidad pudo enseñarnos.
La modernización es una contradicción a la modernidad, pues carece de la necesidad de un transfondo filosófico entregado a la razón, autorregulada, que da espacio al individuo pero que se sostiene en una colectividad, en una igualdad.
Es un error, para un ser humano, darle protagonismo a una creación suya carente de parte social.
“-- Y sin embargo, también los antiguos soñaron con poder crear tecnología, piensa si no en Dédalo (…)
--Ya, y previeron su resultado, Ícaro se acerca demasiado al sol y cae al vacío (…) “
Afirma Valerio Massimo Manfredi en su libro “Akropolis”, sobre la cultura griega.
No podría afirmar que así estaba previsto por culturas antiguas, pero en la voz ancestral de los abuelos se escucha esa frase cortante: “Ya no es como antes”. Cortante a los ligamentos de una sociedad, al reconocimiento de sus transfondos, a la entrega a los otros. Cortante como frío acero.
La modernización se da, al dejar de lado la modernidad, como un ente que congela la relación social y filosófica de las sociedades.
Esta actitud alienada, fría en sus estructuras, es una constante característica de las sociedades modernas, que va acrecentándose de forma directamente proporcional según el nivel de desarrollo de dicha sociedad. A nivel individual y familiar, se da más protagonismo a la educación como medio de superación, al éxito laboral, la especialización y la competencia
M Berman precisa tres fases en la historia de la modernidad:
1· Del s.XVI hasta finales del s.XVIII, cuando comienza a experimentarse la vida moderna, sin la conciencia de estar en dicha época
2· La Revolución Francesa (1789, abarcando desde ahí todo el siglo XIX. Por a formación de un “Publico moderno”, y la sensación de vivir en una época revolucionaria, políticamente, en el arte, la filosofía, y la organización social. De este momento en adelante nacen las ideas de modernidad y modernismo.
3· Siglo XX, etapa en la que la modernización y la cultura del modernismo invaden al mundo. La sociedad apunta a una vanguardia, (a veces propia, determinada por diferentes grupos sociales, políticos o económicos. Se fragmenta en subculturas internas, que se enlazan o se separan según sus intereses.
Esta época se caracteriza por una población visiblemente heterogénea, que se contradice en su planteamiento al encontrarse de frente con la necesidad de una correspondencia entre individuo y sociedad… ¿Como podemos poner a tantas subculturas, muchas opuestas, a apuntar a un mismo ideal?
No hay nada que tengan en común. No hay nada realmente en lo que todos puedan enfocarse, remando hacia el mismo norte, al compás del mismo tambor. Y esto hace que dichos subgrupos se aíslen en sus espacios físicos, políticos, en sus costumbres y actividades, mermando el contacto con los otros grupos, tanto por cultura como por edad. Se generan abismos generacionales y de intereses que no encuentran la necesidad de superación.
La competitividad en la que nos sumimos, la necesidad de privacidad cada vez mayor y la poca importancia que se da a la estructura familiar y a las asociaciones de comunidades pequeñas, como los barrios, colegios, agremiaciones religiosas o con un transfondo de herencia en común tiende, en conjunto, a cerrar los canales utilizados para ligarse con la comunidad, acrecentando esto con la conformidad que nos genera encontrarnos con una aceptación ideológica en la subcultura urbana y/o grupo generacional en el que nos encontramos (A veces más empática que en nuestras familias).
Aunque no se comparta directamente la idea arcaica de una figura única que ordene (literalmente) todo, la falta de este objeto superior permite al hombre, como individuo, ponerse a si mismo como este sujeto, para su vida y tal vez para la de otros. Permite la existencia de muchos líderes que mandan en sus vidas, o si mucho en sus comunidades, pero que no se encuentran en necesidad de competir o combatir (lo hagan o no) por los espacios de otro grupo. Cada uno se permite a si mismo ser su todo. Dejando de lado todo lo demás, a todos los demás si es posible y necesario.
La idea de democracia bajo la que se vive, la Libertad, igualdad y fraternidad que nos hereda la revolución francesa, dejan el espacio abierto para una autogestión que permite una libertad solo cohibida por un ente estatal, por unas leyes escritas bajo la idea de agrupar un conjunto de personas bajo un mismo símbolo, un mismo ideal y un mismo objetivo, pero la posibilidad de cambiar dichas normas es la que da esa sensación (en parte falsa) de autocracia, de la gestión de leyes propias que pueden carecer de coherencia frente a las leyes ya planteadas.
Esa sensación de revolución, de cambio, de perpetua novedad. Esa posibilidad de adquirir tecnología, ayudas que facilitan los procesos de la vida y de dejar más tiempo libre, pero que a su vez rompen esa relación comunitaria.
El no tener que saludar a un panadero y recibir de su mano el trigo procesado, que ya no se amasa por carne si no por metal, y que se obtiene envuelto en una bolsa plástica fabricada por otra máquina, no tener la necesidad de cocinar para una comunidad, los siempre abiertos canales comunicativos, variados, dirigidos a públicos específicos, segregacionistas desde el principio, la posibilidad de acceder a conocimientos específicos a través de pantallas en segundos, administrados por otras personas con los mismos intereses, pero sin el contacto necesario de un mentor, dejando al que enseña y al que aprende a la misma altura, refuerza la ya arraigada creencia de ser individuales, de poder vivir sin más que el contacto apenas necesario. Después de todo, ¿Quién creería que, si quien hace sus quehaceres es una máquina, está recibiendo ayuda de alguien?
Todos estos elementos, soportados en un sistema capitalista en el que todo debe plantearse como negocio, bajo parámetros de flexibilidad, competitividad, reconversión, rentabilidad y relación entre gastos y ganancias, hace que la vida se plantee en lo efectiva que es. Se es inútil si no se estudia, si no se trabaja. Se es exitoso si puede darse lujos, si se hace de objetos que le restan ocupaciones, si puede dedicarse a un ocio que pocas veces se hace productivo. Si puede ganar mucho, vivir con éxito y dedicarse a no hacer nada.
La relación real es inútil-exitoso, no inútil-útil. La modernización requiere que los productos se hagan más técnicos, requiere una industrialización pero no una edificación del conocimiento social. La modernización, como movimiento, da protagonismo a la máquina efectiva, a la ciencia, negando de alguna forma la necesidad de ciencias sociales, de filosofía, de análisis de discurso y recuentos humanos. Lo estrictamente necesario permite al individuo pensar que no votar, no tomar posición política o no expresar su opinión carece de importancia.
Permite de alguna forma, olvidar todo lo que la modernidad pudo enseñarnos.
La modernización es una contradicción a la modernidad, pues carece de la necesidad de un transfondo filosófico entregado a la razón, autorregulada, que da espacio al individuo pero que se sostiene en una colectividad, en una igualdad.
Es un error, para un ser humano, darle protagonismo a una creación suya carente de parte social.
“-- Y sin embargo, también los antiguos soñaron con poder crear tecnología, piensa si no en Dédalo (…)
--Ya, y previeron su resultado, Ícaro se acerca demasiado al sol y cae al vacío (…) “
Afirma Valerio Massimo Manfredi en su libro “Akropolis”, sobre la cultura griega.
No podría afirmar que así estaba previsto por culturas antiguas, pero en la voz ancestral de los abuelos se escucha esa frase cortante: “Ya no es como antes”. Cortante a los ligamentos de una sociedad, al reconocimiento de sus transfondos, a la entrega a los otros. Cortante como frío acero.
La modernización se da, al dejar de lado la modernidad, como un ente que congela la relación social y filosófica de las sociedades.
Estas escribiendo muy bien home, muy bacano el ensayo, y muy de acuerdo con le de ser exitoso o no exitoso.Saludos!!
ResponderEliminarEs triste muy, muy triste. Cuando decían "los niños son el futuro" no hacían mas que echarles la carga a las generaciones futuras además no aprovechando de forma adecuada cada tiempo, cada presente, cada posibilidad. Es verdad el humano cada vez busca otra manera de hacerse más perezoso a sí mismo, la modernidad donde las fuerzas oscuras controlan los heroes y demonios que centrarán nuestros actos, no es más que una pequeña muestra de lo dependientes que nos vamos volviendo cada vez y lo mucho que olvidamos el crear una consciencia, ser eficaces en nuestras vidas, ser autóctonos...que libertad, que igualdad, ni que fraternidad...con dolor he de decir, demos gracias de no vivir en la calle.
ResponderEliminarPor cierto. Conozco a este Lucas?
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