miércoles, 7 de octubre de 2009
El Ahorcado
Con la mayor calma, midiendo sus pasos, el hombre caminó hacia la base del gigantesco fresno.
Su mirada no se elevó a las verdes hojas que se mecían al viento, no contempló admirado al águila que desde la copa juzgaba con ambarinos ojos, tampoco reaccionó al correteo de la ardilla que trazaba su camino de la copa a las raices, y de las raices a la copa.
Su mirada no se hundió entre la tierra, no miró con vehemencia a las tres mujeres que discutían, como toda mujer, del destino, ni frunció el seño a la serpiente qué mordisqueaba, fétida, las bases del tronco.
Su mirada iba al frente, al centro de todo, al centro de si mismo. Él iba a su encuentro. Caminó, tanteando con los ojos, con los pies descalzos, la agrietada corteza del tallo, las raices que se hundían en la tierra, hasta los confines de los confines.
De entre sus ropas sacó una cuerda, una soga raída pero fuerte como su voluntad, y con la calma de quien prepara un ritual hizo el nudo ejecutor.
Ató la cuerda a la rama media, cimentada en la vida y la fortaleza de la madera. Y sin palabra alguna, con la mirada tan en paz como la vista desde el fresno, el hombre se retiró el sombrero, depositándolo sobre la tierra, pasó la blanca cuerda por su cabeza y la ajustó a su cuello de la mejor forma.
Nunca cerró los ojos... todo fue cuestión de confianza, cuando su cuerpo se balanceó y sus pies, desesperados, no encontraron un soporte, y sintió miedo, fue cuestión de confianza. Cuando su venablo se encajó entre sus costillas y la sangre tiñó la tela azul, mordiendo pofundo, abriendo al frío aire, fue cuestión de confianza. Cuando el balanceo se hizo pasivo, y su cuerpo, lánguido, se cofundía, al mecerse, con las ramas y los frutos, y se hizo consciente de su soledad, fue custión de cofianza.
Confianza... y los ojos bien abiertos. Al terror, a la muerte, a la herida y la culpa, a la soledad y al abandono, a la verdad... No cerró los ojos.
Su mirar cayó, se hundió en las profundidades, en sus abismos, en los rincones del mundo y la razón, deshojando sin prisa los secretos, liberando las voces, comprendiendo los impulsos... No se permitió parpadear.
Dicen que colgó nueve noches, mecido por el viento, dicen que su barba y sus largos cabellos parecían el viento mismo... y que su mirada estuvo firme, analítica, paciente, mesurada. Exacta. Dicen que solo un ojo estaba completo. Pero que los dos párpados estaban bien abiertos, mirando, el ojo hacia el vacío, y el otro a si mismo.
Y fué entonces cuando los estertores, suaves, como de marea, como de calma respiración; se detuvieron.
La soga liberó a su fugitivo sobre las raices del arbol, entre gritos, alaridos rítmicos y ordenados. Gritaba desde su mente. Y el tiempo lo esperó mientras, cuerpo y mente, se incorporaba.
Él no era ya el mismo.
Poseía un conocimiento, él conocimiento, la base y fuente de toda riqueza y todo poder.
La Quintaesencia de la sabiduría.
Talló con fuerza los sonidos sobre la madera, Marcó en trance las verdades y los porvenires.
Entregó de si mismo todo.
Entregó su vida, Y obtuvo algo grande como nada, como todo.
Se obtuvo a si mismo.
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Tanta fuerza, tanto sentimiento, tanta confianza, tanta seguridad...
ResponderEliminar¡Que triste que la soledad sea tan buena musa!
Me encantó... Sencillamente me encantó.
gracias. Tu opinión nunca deja de ser importante para mi.
ResponderEliminarQue bien brud, agradable leerlo, me parece que hay en particular unos detalles muy bacanos.
ResponderEliminarOtro excelente escrito. Solo me queda algo por decir.
ResponderEliminarHeilsa!
(El Patrón debe estar encantado).
Espero que haya sido de su agrado.
ResponderEliminarSu ejemplo me mantiene fuerte.
Hermano mio...
ResponderEliminarque hermoso...
Gracias preciosa.
ResponderEliminarSabes que te quiero desde el fondo del corazón
por encima de los temores mas egoístas tengo que reconocer, que a pesar de todo, y de el mas bajo mi mismo...bueno, vaya conmoción, vaya obras maestras... que valga por sus últimos dos escritos, me apena que me cueste ahora hacerlo, pero en verdad una larga y honda reverencia.
ResponderEliminarbuena luna y buena estrella.
Gracias.
ResponderEliminarLo que se debe hablar. Se hablará luego.
Gracias por darme un poco más de vida... Incluso si piensas que luego me hundiré irremediablemente...
ResponderEliminarO si piensas que alcanzaré mucho más... Porque lo haré.
Un ojo por la sabiduría, la muerte por una vida más pura.
HEILSA!
ResponderEliminarY yo no pienso que te hundirás. Se que te levantarás.
ResponderEliminarYo creo en ti.
Me encanta! Quiero leerlo más veces, con más tiempo, pero me parece que tiene mucha fuerza, muy evocador!
ResponderEliminaresto esta muy bonito, me encano leerlo gracias , me hubiera gustado que no se llamara el ahorcado, pues al principio hay como un poquito de intriga por saber que va a hacer... pero igual lo disfrute mucho
ResponderEliminarexelente!!!1
ResponderEliminarMe bacanos tus escritos Juan, te felicito! "...Confianza... y los ojos bien abiertos. Al terror, a la muerte, a la herida y la culpa, a la soledad y al abandono, a la verdad... No cerró los ojos."
ResponderEliminarYo creo que para vivir en este valle de lágrimas que es el mundo, que es Colombia, hay que tener los ojos bien abiertos, ante lo horrendo y macabro, para denunciarlo y repudiarlo y ante lo bello y sublime para asirlo con la memoria y la vida y no dejarlo pasar de largo. ...Un abrazo parce, siga dando estocadas con esa pluma puntiaguda!!!
Me gusto mucho tu escrito, tiene mucha pasion, un saludo desde mexico hermano
ResponderEliminarGracias hermano
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