Decidió detenerse un segundo para esperar a que el resto de sus compañeros salieran de entre las filas, al lado de la salida, y por el rabillo del ojo vio a esas dos figuras que mezcladas le generaban tanto odio y tanta tristeza respectivamente. Aquel que llamó su amigo. Aquella que llamó su vida.
Fingió no verla, la dejó pasar adivinando su figura entre las siluetas de sus amigos, aborreciendo la de su novio entre las cabezas de sus acompañantes. Fingió no ver los ojos de tres de ellos cuando la vieron a su espalda. ¿Los miraría ella a los ojos?
Alicia salió del teatro, su novio la detuvo un instante, y Federico hizo tiempo para evitarla afuera. Dio vueltas, sintiendo punzadas en el alma cada que sus ojos la veían de lejos, hasta que logró guiar a los suyos lejos.
Fingió una eterna sonrisa, habló como si nada, comentó con ellos los mejores momentos del filme, rió a carcajadas, ojeó con nostalgia una tienda llena de LEGO, caminó con sus amigos hasta que el último tomó su camino, y entonces se dio permiso a sentir.
Ya estaba sobre el parque. Compró una cerveza, dio una vuelta dándole chances al destino, y como no encontró a nadie emprendió el camino a su casa.
Federico ni siquiera se tomaba un acetaminofen cuando enfermaba, pero verla a ella lo mataba un poco por dentro. Fumar era su manera de cauterizar aquello que se había necrotizado. Hundió sus audífonos en sus oídos para bloquear el mundo, encendió uno de los dos Marlboro Ice que acababa de comprar y comenzó a caminar.
Federico odiaba el cigarrillo, pero amaba la frescura que sentía mientras su lengua, su paladar, el interior de su nariz se quemaban. El cigarrillo le humedecía los ojos, le ayudaba a llorar, le daba el espacio para sentirse solo.
Estaba solo, no encontraría a nadie de vuelta a casa. Sabía que estaba tan solo como lo ha estado desde hace casi 2 años. Encendió su segundo cigarrillo y se dio cuenta que odiaba detenerse en su camino. Nunca se tomaba el tiempo de ser el espectador.
Primero sonó Howlin' Wolf. Muddy se lamentaba en la complicidad de sus oídos, y Federico aprovechaba los silencios de su voz para aspirar su veneno. Luego vino Corine Baley Rae susurrándole Since i've been loving you, y por último Fito desgarró Cadaver Exquisito. Él gritó cada letra, cada palabra, recordando aquella noche que había caminado de su casa al parque, gritando a través de un celular donde se encontraba ella, gritándole sus penas, su arrepentimiento, sus inamovibles ganas de que un carro no lo viera y lo mandara al vacío de un golpe seco, congelando su dolor en un segundo que durara la eternidad, consagrándolo como mártir de su inútil causa, borrándolo en una exhalación de crudo y disfónico blues.
Gritó el humo que se encendía en su garganta. Él estaba solo. Ni siquiera ella lo escuchaba.
El camino era largo, y al darse cuenta que le quedaba poco para acabarse su segunda cuchilla, se sintió desconsolado. Suerte para él que justo al final de ese cigarrillo habría otro vendedor.
Gastó sus últimas monedas en otros dos, y suplicó al hombre que le diera cualquier otro cigarro para completar su viaje acompañando su dolor con justo daño.
Fumó primero el cigarrillo de puta que le habían dado, encendió el segundo, y al buscar el tercero, ya llegando a su casa, encontró que se había lanzado desde su bolsillo. Probablemente se encontraba muerto en el asfalto, desparramado por su caída.
Federico hizo de tripas corazón, haciendo rendir su pequeña muerte, y lo lanzó por encima de su cabeza cuando estuvo a punto de quemarse los dedos.
A una cuadra de su casa miró su sombra. Arregló los pelos rebeldes que desaliñaban su imagen.
Su sombra fue su espejo, y caminó hacia ella hasta que se perdió en las orillas de su noche plutónica.